Desde la casa del Coño, calle Barcelona para arriba, camino del mercado central, subía el cabrero al grito de: ¿Señora quiere macho?
En casi todas las casas de Las Alcaravaneras había alguna cabra y el cabrero «alquilaba» su semental. También vendía la leche «bautizada», tres cuartos de leche y una de agua.
Las mujeres de Las Alcaravaneras, se encargaban de los animales, cabras, quícaras, gallinas, gallos, conejos, pichones. De regar las flores de patios y azoteas.
De las parras y del cachito de terreno que solía estar al final de la vivienda. Pimenteros, calabazas, colines, acelgas. Un guayabero y un nisperero en bidones reciclados de CEPSA.
Engrasaban la tanza, para que se desplazara bien por los cáncamos, que con tanto cuidado y casi milimetrado, se colocaban en las cañas cogidas en el barranco. Las más flexibles, largas, las duras. La caña para pescar.
Frasquita que vivía cerca del portón Titani, era la encargada de sacrificar gallinas, gallos y pichones. No se bien por qué, pero cuando alguien enfermaba se le daba caldo de pichón, a mi se me partía el alma.
¡Afilador, Afilador! Fiuuuufiuuuuufiiiiiii….Cuando llegaba, era otro ratito para hablar entre vecinas. Mientras saltaban las chispas y el ruido ensordecedor llenaba la calle, se comentaba de que al «Paterna» (mote que tenía por proceder de La Paterna) le había tocado dos cupones de los ciegos. Ay mi niña, dios le da pan a quien no tiene dientes.
Bueno chiquilla, salgo corriendo pa´casa que tengo el potaje al fuego y dejé en la pileta las sábanas en remojo.
De Mujeres de Las Alcaravaneras.
Javier Marrero 2016