Los arboles desnudos junto al Manzanares

Los arboles desnudos junto al Manzanares

Los arboles desnudos junto al Manzanares, las urracas brincando de rama en rama. Tras Los Lavaderos, La Casa de Campo. La estación Norte humeante, cálida, oscura, pero entrañable. Camino la Florida, paseo de San Antonio, donde van los amantes. Dos ermitas similares una de ellas decorada con murales obra de Francisco de Goya ,  panteón del artista.

Como si el destino quisiera jugar una buena pasada, por los campos del moro camino al cuartel de la montaña andaban entre los pinares, olmos y chopos, perdidos pero hallados.

En el  siglo XVIII, María Antonia Vallejo Fernández, la Caramba, le hacía una tonadilla a la de  Benavente y la de Alba, en la que se mofaba de ellas, como astutas seductoras en los círculos madrileños de nobles y toreros. El propio Goya, el más rotundo cronista plástico de la época, no dudó en pintar el tocado de la tonadillera motrileña, en la cabeza de sus majas.  Gaspar Melchor de Jovellanos reprochó,  la emulación por las damas de la Corte, de las majas de «trueno y rascamoño».

Finalizaba el siglo y comenzaba el nuevo XIX. Benito vagaba,

«Entré en la Universidad, donde me distinguí por los frecuentes novillos que hacía, como he referido en otro lugar. Escapándome de las cátedras, ganduleaba por las calles, plazas y callejuelas, gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital. Mi vocación literaria se iniciaba con el prurito dramático, y si mis días se me iban en «flanear» por las calles, invertía parte de las noches en emborronar dramas y comedias. Frecuentaba el Teatro Real y un café de la Puerta del Sol, donde se reunía buen golpe de mis paisanos.»

B. Pérez Galdós, Memorias de un desmemoriado, cap. II.

Madrid es una ciudad fácil, pero a la vez inabarcable. Es una ciudad rica pero a la vez muy simple, es como un gran pueblo. Es lugar de amantes. Finalizaba el XIX y en el siglo XX, volvía el espíritu  ese de querer, de  dejarse querer, de amores reforzados. Ahora andan abrazados desde Principie Pío hasta el templo Deboh. El Puente del Rey llena sus vallas de candados. De amores que están , de otros que esperan y de los anhelados.

En pleno siglo XXI, sigue vivo en los nuevos amantes el espíritu de la Florida, Paseo de San Antonio, allá junto al Manzanares.