“El Otoño de las Algas”

Hoy les dejo un pequeño cuento, que espero les guste. Gracias.

*El Otoño de las Algas*

Un marinero en Caleta de Sebo contaba, ante la mirada atónita de un muchacho que veía como El Río unía a La Graciosa con Lanzarote, que el nombre de tan bello paraje lo recibía del otoño de las algas.

Con la respiración entre cortada por lo años vividos en la mar, porque vivir en una pequeña isla es como siempre estar navegando, siempre en una nave rompiendo olas, cortando el mar, comenzó a hablar.

Le hablaba de las “caídas de las hojas” de las algas, que en su otoño allá en el fondo del mar, tras volverse ocres y rojizas, se desprendían para crear bellas alfombras de colores, que navegan a la deriva y que van a cubrir playas, cual tapices de la mejor confección, del más refinado entrelazado.

Ardua y armoniosa labor, que en la urdimbre de arena y sal, cual pintoras, tejedoras y modistas, generan obras de gran belleza.

Y aquí, en el Archipiélago Chinijo, el sol le da el encanto de escenas polícromas de lava, arena y callao.

Javier Marrero. Febrero 2024.

*A Rosi, Aldo y Luna por las muchas alfombras que hemos andado y seguimos andando, por las playas de nuestras Islas Canarias. Por los cuentos leídos, los creados y porque somos un pedacito de tapiz en el Otoño de las Algas.

Allá por el 15 de noviembre de 1974 en Las Alcaravaneras.

Allá por el 15 de noviembre de 1974, las vecinas y vecinos de Las Alcaravaneras, asistimos a un aparatoso incendio en el paseo de Chil.

Olía todo el barrio, interiores de las casas y la ropa, a plástico quemado. Tuvimos para tres días de entretenimiento y algunas veces de temor, por la explosiones de las bombonas de butano.

Nosotros estábamos en plena adolescencia, jugábamos al fútbol en la calle Concepción Arenales y en el edifico de la Shell . Liguillas de equipos entre los que figuraban el Rompiraja, el Valvoline y el Arenales.

Detrás del edifico de Marina, por encima del de Aviación, junto al edificio de Cepsa, los domingos se convertían en sendos campos de fútbol.

Con porterías y todo ehhh… sin largueros pero se intuían por la altura del portero. Las hacíamos con un cacharro de leche LITA, un palo escoba y un viaje de teniques.

La mayoría de las veces el equipaje era sencillo, un equipo con camisetas y otro sin camisa, estaba permitido hasta jugar descalzo.

Se pintaba en la carretera el campo y la linea de contención de los aficionados, que dicho sea de paso no servía para nada.

Cuando estabas concentrado en una jugada, no es que te tiraran algo, es que hasta un jodío padre o tío te daba un tollazo.

La típica bronca, arbitro, aficionado, entrenador, pero luego se resolvía y hasta el que te daba el leñazo te traía un helado del bazar de Hurtado.

Como todo partido de fútbol, cuando no se empata, alguien gana y otro pierde.

Todos estos chiquillos, nos sentábamos en los parterres de Paseo de Chil y en las azoteas de nuestras casas a ver la fábrica de colchón FLEX arder de forma endemoniada.

Ver como corrían con sus sirenas las cubas del cuartel cercano de aviación (ese que todas las mañanas nos tocaba la corneta, con su quinto levanta de los cojones), a la playa de Las Alcaravaneras para cargar agua e intentar apagar el fuego. Que este, entre lenguas de colores azules, negros, amarillas y bermejas, se «meaba» de las mangueritas, algunas no llegaban ni al edificio.

A una de las cubas se le soltó la manguera y nos lo pasamos pipa, era atardeciendo y entre fuego y agua aquello parecía un ritual.

Fútbol, edificio de la Fábrica de Colchones Flex, incendio ¿Por qué mezclo todo esto? Todavía sigo pensando que la fábrica no es que metiera un gol, si no que ganó por tupía. ¿O no?

Javier Marrero 2015
Foto: LpDlp.

¿Señora quiere macho?

Desde la casa del Coño, calle Barcelona para arriba, camino del mercado central, subía el cabrero al grito de: ¿Señora quiere macho?

En casi todas las casas de Las Alcaravaneras había alguna cabra y el cabrero «alquilaba» su semental. También vendía la leche «bautizada», tres cuartos de leche y una de agua.

Las mujeres de Las Alcaravaneras, se encargaban de los animales, cabras, quícaras, gallinas, gallos, conejos, pichones. De regar las flores de patios y azoteas.

De las parras y del cachito de terreno que solía estar al final de la vivienda. Pimenteros, calabazas, colines, acelgas. Un guayabero y un nisperero en bidones reciclados de CEPSA.

Engrasaban la tanza, para que se desplazara bien por los cáncamos, que con tanto cuidado y casi milimetrado, se colocaban en las cañas cogidas en el barranco. Las más flexibles, largas, las duras. La caña para pescar.

Frasquita que vivía cerca del portón Titani, era la encargada de sacrificar gallinas, gallos y pichones. No se bien por qué, pero cuando alguien enfermaba se le daba caldo de pichón, a mi se me partía el alma.

¡Afilador, Afilador! Fiuuuufiuuuuufiiiiiii….Cuando llegaba, era otro ratito para hablar entre vecinas. Mientras saltaban las chispas y el ruido ensordecedor llenaba la calle, se comentaba de que al «Paterna» (mote que tenía por proceder de La Paterna) le había tocado dos cupones de los ciegos. Ay mi niña, dios le da pan a quien no tiene dientes.

Bueno chiquilla, salgo corriendo pa´casa que tengo el potaje al fuego y dejé en la pileta las sábanas en remojo.

De Mujeres de Las Alcaravaneras.

Javier Marrero 2016

Aprendimos a nadar en la Playa de Las Acaravaneras.

Aprendimos a nadar en la playa de las Alcaravaneras.

Para coger técnica casi todos empezamos en el Náutico, que era agradable porque la piscina era de agua salada y estaban creando equipos. Cuando despuntabas en el Náutico y realmente no se bien por qué, te pasaban al club Las Palmas.

La verdad que al principio era un fastidio, de estar al ladito de casa ahora había que patear un rato.

La piscina estaba integrada con el parque Doramas y era agradable, aunque nosotros solo veíamos agua y agua, y para mas inri era agua dulce, con tanto cloro que los ojos se quedaban como los de chernes ensangrentados.

Por otra no se qué selección, pasamos al C.N. Metropole, ya estábamos en equipo para competir entre clubs, nuestro club definitivo, el Metropole.

Día tras día ( el que fallaba no competía), Argimiro nos daba la tabla de gimnasia, te decía lo que tenías que corregir y te ponía tu nombre en la pizarra con las piscinas y modalidades que tenías que hacer.

Cámbate, hoy en día no me lo creo, 4 piernas,4 brazas, 2 espaldas, 2 mariposa y 10 croll. Eso los días normales que cuando se aproximaba campeonato, salías del agua que no podías ni andar.

Vamos, que saliendo de la peña de las dos hermanas, ibas al dique del generalísimo (fuerte nombre) volvías y te daba para margullar un rato.

Lo mejor era cuando te decía has cien respiraciones antes de ir a la ducha, oye funcionaba, parecía que te quedabas como nuevo.

Pero bueno, todo esto, es porque a mi lo que realmente me gustaba, era a la salida, camino de las Alcaravaneras y antes de llegar al Hotel Metropol, ir a la “Tienda del Orejudo”.Llevaba boina y con eso de los motes, nunca me enteré como se llamaba.

Allí nos comíamos el bocata de chorizo de Teror, que algunos días lo pedíamos del rosado, y detrás el pan de huevo que sabía a gloria.

Enfilábamos para la playa y a jugar al fútbol. Nuestros padres nos esperaban en los bares que habían a pie de playa, nosotros dábamos patadas a la pelota y ellos jugaban al dominó.

Regresábamos a Ingeniero Salinas dando berridos por los pasos subterráneos y a inventar porque no habías hecho los deberes, esos que se terminaban de camino al cole, en la fila y en los tres avemarías, padre nuestro y gloria que había que rezar antes de cada clase.

javier marrero 2015

Foto: Playa de Las Alcaravaneras 1982. de Fotos de Ayer y Hoy.

Barrio de Las Alcaravaneras.

Me crié en el barrio de Las Alcaravaneras, entre la playa, los arenales de Ingeniero Salinas, el barrio Inglés ( ciudad jardín como lo renombró Primo de Rivera) y Guanarteme.

Donde las Peña de las Dos Hermanas y se acampaba en la playa. Las barquillas de dos proas esperaban a Juan el bocaburro para traernos fulas,sardinas,longorones caballas, tapa culos, sargos y algún pulpo.

Donde para ver el horizonte había que cerrar el ojo izquierdo y evitar el dique del «generalísimo». En donde olía a galleta Tamarán, a tabaco de picadura Tamadaba y a pescado frito.

El Sindicato del Plátano repartía excedentes a las vecinas y vecinos.
El cine Goya nos daba cultura, ocio, y sabiduría, mi abuelo Calderín en la puerta recogiendo las entradas. Estaba en la «Calle del Cine» que en realidad se llamaba Manuel González Martín,la misma en la que estaba la Heladora y el carrito de La Negra, con tirijalas, chufas y chochos.

Donde el Insular nos daba derrotas y glorias. Jugábamos en la calle a la pelota con Germán, con Trona, con Paez, con Martín, con el maestro Tonono… Donde «le ganemos al Barsa de Maradona».

Donde Panchito nos refrescaba con sus helados y el Caña Dulce nos avisaba con su apañado altavoz de que había llegado el Toti, el Circo que nos visitaba por invierno y primavera.

El bar de «Los Muertos (Tamadaba)» sonaba a dominó, a fichas que chocaban.

En el Vigo, chuchangas y pejines con las litronas de Tropical. En el bar el Pino, manices y jareas. Donde en el Nolasco celebrábamos las victorias del Unión Alcaravaneras en los campeonatos de futbol playero.

Donde se jugaba a la chapa, a piola y muda, a la pelota, a la cuerda, a las estampas, al boliche… y más que se podría decir.

Donde los Hermanos Rogelios nos trajeron el pan de Valleseco y la pata asada de cerdo. Donde el Samoa y el Sam. Los tollos del Tatono y los churros en la calle Barcelona por encima de la Mercería y la Barbería. Donde se bailaba y se tenía citas en el Tan-Tan, el «dancing».

Mi pequeño recuerdo de este barrio histórico que se ha ido adaptando, con sus tropiezos y aciertos, al crecimiento de la ciudad que lo engulle.

Su Mercado Central, su Casa del «Coño» y gente maravillosa que ha sabido mantener su identidad, nuevos vecinos y vecinas integradas.

Un barrio que se forjó desde los portones y la autoconstrucción frente a ciudad jardín, un barrio inglés de postín. Un barrio motor de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, junto al resto: La Isleta, Schaman, Guanarteme, Arenales, San Jose, San Juan, El Risco, Escaleritas.

Un barrio con Títeres y Marionetas de Isidro y el Palacio de los Juguetes por la calle Luis Antúnez.

El 1×2 para echar la quiniela y las tiendas de aceite y vinagre donde comprar los estropajos de esparto, la Tierra Sol y dejarlo «a cuenta, apúntemelo en la libreta».

Las Alcaravaneras un barrio entre dos carreteras, la de León y Castillo y la de Pío XII.

Los Lee, esos vaqueros.

Los Lee, esos vaqueros.

Después de ajuntar unos duros, de medio duro en medio duro y peseta a peseta, te ibas pateando hasta el mercardo del puerto a Casa Ruperto y te comprabas los ansiados pantalones vaqueros, los Lee, luego vinieron los Levis.

Con tus nuevos calzones, salías escopetiao pa’ La Puntilla, entre las barcas te cambiabas y te los ponías para ir corriendo a darte un baño con ellos en la marea.

Decían que con el agua salada, tomaban forma y se aseguraba el color tan característico del teñido de índigo. Imagino que la tela tendrían ese recuerdo de sus inicios, de cuando era velamen de los navíos que fueron a américa, tela de lona, que transformaron en vestimenta, camisas, trajes y pantalones.

Después vino un tiempo que tras el “bautizo” en el mar, lo metías en una palangana con lejía y agua, pa’ que se destiñeran y tuvieran un toque especial y no pareciera que estabas de estreno.

Había quien le daba grasa a la etiqueta de Lee, que era de cuero y servía de anilla para pasar el cinturón. Así brillaba y relucía, otros directamente la arrancaban para no identificarse con la marca.

Por cierto, muchos de los cinturones eran personalizados, incrustándole monedas de medias pesetas, medios duros y remaches redondos, en forma de estrella o pinchos.

Al tiempo y según se iban desgastando, se le ponían parches por donde iban cediendo para que no se siguieran deshilachando. Los parches eran retales y en el mejor de los casos de skay.

Ya luego, se personalizaban tanto, que el mismo pantalón y dependiendo de quien fuera, tenía vuelto cosido,virado o directamente se le quitaba. Con cuerda de pita se les hacía atados y se introducían en lejía dejando círculos, elipses y estrellados. Con bolis bic o rotuladores se ponían dibujos, fechas, iniciales, letras de canciones o frases.

Y te duraban tanto que eran los bolsillos los primeros que se agujeraban y así y todo, con remiendos tiraban, porque por esa cosa de ser de las personas, le cogías un cariño que reemplazarlos costaba.

Javier Marrero. El Altillo a 9 de febrero de 2021.

Foto: Las Palmas Ayer y Hoy.

“Jínquese un tuno”

—-…El tuno indio, aunque es una planta invasora y no oriunda, hemos crecido con ella y en Canarias a parte de sus nutrientes es un manjar.

Se cogían los tunos, se barrían (acción de quitarle la mayor cantidad de púas), ya pelados se ponían en un balde toda la noche y soltaban su jugo que iba cuajando y nos los comíamos con cucharas desde el mismo cacharro. Se nos quedaban las bembas y la lengua encarnadas.

También los comíamos de la misma tunera, pelados con una de sus púas con la que le hacíamos un corte circular en los extremos y luego uno vertical.

Tras una ingesta de tunos “moraos” venía lo mas divertido que era mear encarnado.

También ha sido un buen aliado para en los juegos de poli y ladrones o indios y vaqueros, pintarnos las “señales de guerra” o las manchas de sangre.

“Jínquese un tuno”

Javier Marrero 1 Abril 2021

De Las Alcaravaneras.

A eso de las cuatro de la tarde en el patio, bajo la vieja parra, una vez por semana, mis tías y vecinas lo convertían en una peluquería. Que digo peluquería, en todo un salón de esteticista. Entre sombras y mezclado con uva y hojas verdes, geranios, rosas y calas
Eran los miércoles, antes los miércoles por la tarde no había cole, la jornada se hacía el sábado por la mañana.
El olor penetrante de TAKY que usaban para la depilación, los rulos, las pinzas, trabas, librillos de papel de fumar, cepillos y peines. Tijeras de corte y de manicura, el Agua de Puig y la colonia 1881. El esmalte de las uñas, las limas, elásticos, toallas y plásticos.
Se separaban las claras y yemas de una docena de huevos. Las yemas se usaban, para con palanganas de agua tibia lavarse el pelo. Las claras me tocaban a mí, unas fritas en bocadillo y el resto para limpiar , hoja a hoja los ficus, las orejas de tigre y las malas madres.
Antes de que apareciera ELLNET, se usaba como laca cerveza. Lo que llenaba el ambiente de una mezcla de olor a 1881, esmalte, taky, cebada y malta.
Un transistor en el que se escuchaba Lucecita, animaba la jornada y creaba conversaciones de lo mas variopintas.
En el Goya, en aquella época estaba la sesión de féminas. Luego estaban los bailes en el Club Las Palmas y en el Victoria.
Cuando los dedos de los pies se separaban con paños o trabas de la ropa, para que se secara el esmalte, salía el «cafén» y alguna galleta Bandama.
Las Gatas, la Antonia, la Juana, la Nieves, las Nolascos, las Parejullas..aprovechaban pa chismorrear y no dejar títere con cabeza. También para comentar lo guapo que era algunos muchachos del barrio y esas sonrisas cómplices..que les delataban.
Se hablaba de las próximas bodas, bautizos y …en eso entra Juanillo el pescador, «juan er bocaburro».. y no ve adecuada la estética… mangonea a su gusto..y salen todas muy bellas.

De Mujeres de Las Alcaravaneras. javiermarrero 01-2016;05-2020.

Juan, navegaba (no sabía nadar), sacaba el chinchorro, arreglaba redes, pintaba barcas y vendía pescado. Siempre vestía con su gorro de paja, camiseta blanca, pantalon blanco y andaba descalzo o en cholas.

Ay Teror!!!

Nos pasábamos el verano en Teror, desde que acababa “el colegio”, pero a principios de septiembre, bajábamos a la capital, para subir el día 7, primas, primos, tías, tíos y algunas vecinas y vecinos… íbamos caminito de Teror.

Siempre estaba el reto de quien llegaba antes, porque según llegada, se elegía cama o sillón.

En aquellos tiempos, el actual parque de Sintes, el barranco, era el vertedero y en los alrededores de El Chorrillo, se creaban verdaderas «ciudades» de maderas, cartones, plásticos y somieres.

Allí acampaban y pasaban las fiestas.

La Basílica permanecía abierta permanentemente y también se dormía en su interior.

Antes de que se construyera el ambulatorio y el parque cercano a la fábrica de chorizos, para nosotros la carnicería de los «nueses», se instalaban en esta zona los cochitos de choque, y todo tipo de casetas de feria, incluidas sus varias tómbolas y el juego de la cobaya. Otro juego que odiaba, que mal trato recibían las pobres cobayas.

Los ventorrillos se ubicaban en los solares en donde hoy está el auditorio y el parque.

Teror estaba lleno de «gentes» un mes y pico. A mí me gustaba más quedarme en Los Llanos, pero siempre me tocaba en El Chorrillo, las primas y los primos mayores se iban para Los Llanos.

Nuestra casita con su tejado a dos aguas, su patio, su balcón corredor interior y un colchón enorme hecho de paja, que antes de acostarse había que darle un par de tundas para que no picara.

El baño estaba fuera y era un agujero con una tapa de madera.

Pa´l día del pino ya están los higos, nosotros aprovechábamos para ponernos morados y de paso sacábamos unos duros vendiéndolos.

El jesuita Pancho, mi tío, venía todos los años, era uno de los que concelebraban las misas y actos religiosos, con lo cual y junto a mi tía «la monja», teníamos que reservar espacios para decorar la iglesia y el colegio de las dominicas, lo odiábamos. Pero no había mas remedio y calladitos hacíamos lo que tocaba.

Como el bocadillo de chorizo de Teror era la merienda diaria, nosotros el día del pino desayunábamos churros y almorzábamos calamares en salsa.

Nos reuníamos en la casa de los Dorestes, que mi tío alquilaba parte, estábamos detrás de la casa de los patronos y en primera línea de fiestas.

«El que es de Teror y no ha subido a La Cruz…no es buen terorense…»y así nos tenían todos los años subiendo y bajando a La Cruz.

La verdad que era «diver», cogíamos por los castañeros, con nuestras botellas de agua (que eran de cristal con un tapón de corcho) y desde arriba veíamos todo Teror y allá abajo la capital.

Luego, en la primera semana de octubre venía la fiesta que más me gustaba, las familias nos reuníamos alrededor de la iglesia con parrandas, comidas, bebidas y cánticos hasta el amanecer.

Eramos los de Teror, las hijas e hijos nacidos y los descendientes, el compartir, el conocernos, el….sale pa´llá jodío…Esta es la parranda que va pa´la fiesta, en mi vida he visto parranda como esta, ay Teror, Teror., Teror…Ay Teror que lindo eres…

Javier Marrero

Entrando por la puerta de atrás.

Entrando por la puerta de atrás.

La inmigración procedente de los países del continente africano que son saqueados, y que a día de hoy no cuenta con recursos para el desarrollo de su sociedad, llega como destino a las Islas Canarias, no porque sea su fin, sino porque es la única forma que encuentra para acceder a la Europa de la opulencia.

Europa de la opulencia, de la que desconocen que solo lo es para unos cuantos ricos mientras que el resto vive en condiciones precarias o empobrecido, llegando en algunos lugares a niveles de pobreza que solo se daban en lo que llamamos el tercer mundo.
Esta información llega a sus mentes a través de los satélites y las fibras ópticas, por sus móviles y televisores.
Esta misma Europa ha cerrado sus fronteras a las personas, blindando otras formas de entrada por tierra y por mar. Sin embargo, por avión está aceptada la inmigración, con sus restricciones, según de donde proceda y, sobre todo, por el dinero que tenga.
El no regularizar la situación de quienes quieren, o se ven obligados a ejercer su derecho a la emigración porque no le queda otra alternativa, crea una bolsa de personas vulnerables de fácil manipulación y explotación.
Algunas en modo de esclavitud, en lugares de alternes, prostitución, drogadicción y hasta en servicios del sector de la hostelería y el mundo rural.
Todas han sido obligadas a entrar por la “Puerta de atrás” y en una de las rutas más mortales del mundo, la Ruta de Canarias en el Océano Atlántico.
El territorio limitado de las islas y los pocos recursos destinados a una tarea tan humana y característica de los habitantes de esta tierra, que es la hospitalidad, hacen insostenible la buena acogida de la que es orgullosa seña de identidad de este territorio a lo largo de toda la historia, siendo punto de encuentro e intercambio entre África, América y Europa, principalmente.
El buen clima del que gozan las islas, ahorra en gastos de abrigo, calefacción o refrigeración, que en otras comunidades o en otros territorios europeos, sería desorbitado.

Todo esto, unido al negocio de determinadas organizaciones, que ven una entrada fácil de dinero y de grandes beneficios indirectos, provoca que se incumplan derechos humanos a quienes buscan un trabajo en donde prosperar y poder ayudar a su familia y comunidad a conseguir una vida digna. A la par crea situaciones de desprecio a las personas naturales del territorio de acogida, entre otras, no facilitando información y difundiendo falsedades.
Si no se para la neocolonización en los países del continente africano, la emigración seguirá existiendo.

Se trata de acabar con un enjambre de compañías transnacionales,norteamericanas y europeas,incluidas las españolas, que con el pretexto de contribuir con sus inversiones al desarrollo de África, continuan la campaña secular de expoliación de los recursos. En definitiva hay que parar la expoliación de los recursos, acabar con las desigualdades económico-sociales y buscar la democratización de los regímenes políticos para superar la miseria, la pobreza y el hambre. Es el momento de empezar algo nuevo.

Se trata de desneocolonización o de inmigración.

Javier Marrero