Rancho de Ánimas


Rancho de Ánimas.

“La nueva temporada se iniciará este sábado 14 de diciembre con la primera salida a Los Llanos, Las Rosadas y El Álamo, y finalizará el 22 de febrero de 2025 en El Faro.”

Al anochecer, la lluvia llenaba de aromas y sonidos las tierras de Teror en las medianías de la Gran Canaria.

En la habitación de muebles de madera con varias capas de barniz y en sus paredes, grandes cuadros de estampas religiosas, se encontraban Anita, Suso, Paquito, Teresa, Pepejulia, Antonio, Lala y Josefa.

Las mantas de lana cubrían del regazo hasta los pies para combatir el frío del inicio de diciembre, los cachorros encajados hasta las cejas, ternos para los hombres y las mujeres se cubrían sus hombros con capas hechas de punto barbilla.

Entonces dio comienzo la conversación en el recuerdo de los Ranchos de Ánimas, que vivieran en su infancia.

Gesticulaban mientras rememoraban aquellos grandes calderos de rancho con carne y fideos, que se revolvían con un gran cucharon.

El gofio, pan, queso, aceitunas y el arroz con leche. El olor a café de las cafeteras que no paraba en toda la noche y el ron miel.

Con sus voces ya cascadas pero tiernas, entonaban algunas letras que recordaban:

“Cho Pancho Pulío
me mando a cantar a su hijo Pancho
que en la Habana está.”

Había añoranza, magua en el recuerdo, y a mí me impulsó a conocer más sobre esta tradición de nuestro pueblo, que se sigue manteniendo, que debiera tener más ayuda y reconocimiento como patrimonio de la cultura inmaterial de Canarias.

He tenido la suerte de conocer a componentes de uno de los Ranchos más viejos y que continúan en la actualidad, que es el Rancho de Ánimas de Arbejales y espero que esta reseña sea un granito más en el aplauso a estas paisanas y paisanos de varios rincones de nuestras islas por esta grandiosa labor.

La función de los Ranchos, se recoge en el libro de Ranchos de Ánimas de Arbejales, Teror- Guardianes de una tradición centenaria.

Los Ranchos de Ánimas de las zonas aisladas, al no contar con parroquias cercanas, gozaron de una autonomía y capacidad de intervención mucho más amplia que la de sus homónimos urbanos. Al no padecer la cercanía e inmediatez coercitiva de los párrocos o de las cofradías de ánimas, sus actividades calaron hondo en campesinos, pastores, artesanos y pescadores.

Su carácter de tradición religiosa popular, cubría una parte importante de las necesidades espirituales de los miembros de la comunidad.

En una época dominada por el boato de la liturgia tridentina, la claridad e inmediatez de las actividades de los ranchos permitía una mayor cercanía e identificación popular a través de sus prácticas religiosas.

Cubrían en gran medida la función de la iglesia en lugares que, de otro modo, hubieran permanecido sin atención.

De esta manera, los ranchos de ánimas se consolidaron en las comunidades de origen, lo que dio lugar, en las zonas de Teror, Valleseco, Santa Brígida y San Mateo que siguen la tradición de los ranchos de ánimas, también el de Arbejales-Teror, a un sistema de religiosidad popular basado en el culto a las Ánimas.

Ahora bien, al final de cada temporada, siempre quedaba institucionalmente justificado su trabajo, ya que se cumplía con la entrega a la cofradía, o, si ésta no existía, al párroco, de la limosna recaudada para las ánimas.

Para nuestros Cantadores de Teror el Rancho es muy importante por la finalidad que tiene, la gente lo respeta, lo aprecia y lo atiende.

La gente cree en el valor espiritual del sacrificio que se hace cantando a las ánimas.

Todos los sacrificios que se hacen con buena fe tienen su valor y ayudan a las ánimas con las plegarias de las coplas.

Pero además de ese valor está después el valor que tiene la misa, porque el que crea que ya cumplió con dar limosna a las ánimas debe saber que aunque no se pueda ir a la Misa por las Ánimas, ésta tiene su propio valor.

La gente, en otro tiempo no podía escuchar misa porque no tenía tiempo, ropa o salud; aunque era religiosa tenía problemas para asistir a los oficios, el Rancho era así una cofradía que hacía un trabajo por las ánimas de las familias que no podían asistir a los oficios religiosos.

La mayoría de las coplas y deshechas que se cantan son en casi un noventa y nueve por ciento de los casos para los difuntos.

Pero a veces hay quien manda a cantarle a los vivos, por ejemplo a una persona que está lejos porque emigró, trabaja fuera, está en el cuartel, etc.

En este caso se le canta y se le pide a las Ánimas que le ayuden para que le vayan bien las cosas.

También se le canta a la ‘reunión’, a los que están presentes durante la celebración, a los novios y hasta se daban bromas y había piques entre los mismos cantadores; claro, que todo esto ocurría cuando ya estaba bien entrada la noche, ya de madrugada.

Con el tiempo esto casi se ha perdido y hoy en día podemos decir que casi todo lo que se canta está dedicado a las ánimas, que en realidad es la razón de ser del Rancho.

En artículo de 7i “Los cantadores de las montañas” escrito por Himar Reyes Afonso, nos relata que cada sábado de invierno, entre la primera semana de diciembre y finales de febrero, Los Cantadores de Arbejales preparan sus instrumentos porque esos días hay salida.

El Ranchero o el mochiller cargan al hombro la gran alforja de lana tejida en telar de tea que un devoto a las ánimas donó hace años.

En ella se transportan los instrumentos pequeños (los panderos, el tamborcillo, las varillas con las que se tocan las espadas), el mantel o paño, las bebidas, las libretas de las cuentas y la bolsa en la que se guarda el dinero de las limosnas del día.

Recorren cada semana distintas zonas de los municipios de Teror, Valleseco, Santa Brígida y San Mateo.

Por la mañana madrugan para iniciar un peregrinaje por caminos, senderos, barrancos y casas, recabando las aportaciones de los vecinos limosneros y sus peticiones.

Almuerzan en sus casas a mediodía y de cuatro a cinco de la tarde vuelven a recorrer alguna casa, un garaje, un bar o un local donde cantar algunas coplas o deshechas por los difuntos de los limosneros.

Sobre las siete escuchan la misa en la iglesia o ermita del lugar, cantando al finalizar la misma alguna copla en honor al patrón, santo o virgen de advocación y por todas las Benditas Ánimas del Purgatorio.

Terminan en alguna casa donde siguen cantando, cenan los alimentos preparados por el limosnero que ofrece la cena, generalmente un rancho canario, queso, aceitunas, arroz con leche y ‘queque’ u otro dulce, y continúan con su cantiga hasta bien entrada la madrugada, acompañados de ron miel para aclarar la garganta y soportar el frío, un ‘buchito’ de café y devoción: rememorando, invocando y rogando por las Ánimas del Purgatorio de todos los que allí se acercan.

Con todo esto, podemos concluir que Los Ranchos de Ánimas de Gran Canaria son un fósil etnográfico viviente del Patrimonio de la Cultura Inmaterial de Canarias que se remonta al siglo XV.

Se trata de un sistema de religiosidad popular de carácter animista en el que se fusionan de manera ecléctica elementos de la cultura aborigen y un cristianismo primitivo ecológico y panteísta en sus formas, que llega a las islas a través de las órdenes religiosas, principalmente franciscanos y dominicos, como complemento evangelizador e ideológico de la Conquista.

El Concilio de Trento en su Sesión XXV celebrada en 1563 proclama como Dogma de Fe la Doctrina del Purgatorio, y en ese contexto de Contrarreforma la Iglesia Católica, con la Inquisición como brazo ejecutor, prohibió y persiguió todas las formas no canónicas de prácticas religiosas que no se correspondieran a su modelo dogmático y a su magisterio doctrinal.

En ese contexto podríamos decir que aparecen los Ranchos de Ánimas.

Los cultos aborígenes sobre la muerte y el más allá, de los que desgraciadamente muy poco sabemos pero cuya existencia es deducible de la práctica de la momificación y de los enterramientos, así como de la presencia en cadáveres y enterramientos de objetos y/o elementos rituales y simbólicos, van a encontrar en el dogma tridentino del Purgatorio un espacio apto para mantener e integrar este original y complejo sistema de culto animista, que permite mantener el Culto a las almas de los difuntos, a los Santos de cada familia de esta comunidad que son sus antepasados fallecidos y al mismo tiempo se obtiene cobertura, legitimada a través de la limosna que al final de cada temporada se entrega a las parroquias, para la celebración de reuniones sociales que adquieren el carácter de celebración.

Y esto así, de manera ininterrumpida desde hace siglos y perdiéndose en la memoria del tiempo, cada uno de los sábados del solsticio de invierno desde Santa Lucía en diciembre hasta La Candelaria en febrero, de las luces a las luces como decían los viejos cantadores.

Javier Marrero.

Qué bonitas noches que me paso yo…


Hubo un tiempo que hacer un rosario era ir de bar en bar, abriéndolos y cerrándolos.

No había móviles y oiga, siempre nos encontrábamos…

“Nos vemos en los bares era la frase más escuchada, después de la arenga de uno de los de la Peña que gritaba: ¡Himno!

Comenzábamos según por donde nos encontráramos con aquello de:

“(…) Él vino en un barco, de nombre extranjero.
Lo encontré en el puerto un anochecer,
cuando el blanco faro sobre los veleros
su beso de plata dejaba caer.

Era hermoso y rubio como la cerveza,
el pecho tatuado con un corazón,
en su voz amarga, había la tristeza
doliente y cansada del acordeón…

Si estábamos por Guía, la letra del ¡Himno! decía:

“…Si tú me dices ven
me arrojo todo
que no se me haga tarde
y me encuentre en la calle
sin Rumbo y sin Coronas…
si tú me dices ven ….
si tu me dices ven…
juyo pal Papona…”

Y casi siempre acaba con aquello de:

Soy el hombre más bandío
de los palmares canarios…
sal Luna con tus rayos
y alúmbrame el camino
que no sé dónde me jayo…

Ya va manecé
ya manecé
y ya maneció
qué bonitas noches
qué bonitas noches
que me paso yo…
dando serenatas
dando serenatas
y bebiendo ron….
óigame chriiistiano
jínqueme otro ron…

Jodío borracho majadero…jjjjj…y Rianga!!!

Javier Marrero

Mela, Fefa, Juana y la maye.


Mela, ligerita arregló la latada. El siroco quemó matos y tumbó parras, buganvillas y partió ramas. Hizo un estropicio en los muros de las cadenas y cayeron grandes lascas, perdiendo por lados el ripiado.

El carrizal y el palmeral se mantuvo esbelto tras cambarse casi rozando con la pincora el suelo.

Desde la casa llegaba olor a pan bizcochado y a millo tostado que la maye preparaba, para guardar el “biscocho” en la lata y moler el millo pa’ gofio.

Luego llenó la talega calabaza a la que le había bordado las iniciales, “para que no se jisiera ajena” decía ella, con pan bizcochado y echó parte del gofio en el zurrón.

Le dejó a Melita para cuando terminara en el cercado, la talla junto la alacena para que se acercara al chorrito por agua agria y de paso dejarle el zurrón a Fefa la de Galás, que iba a preparar pellas dulces.

A Fefa le quedaban buenísimas, las hacía con miel de Tenteniguada y almendras de Tejeda que partía en el majador.

También preparaba una con higos secos machucados en ron miel, pero para ocasiones especiales.

Fefa le dio a Mela los esquemas de radio Ecca, que ella cuando bajó a la farmacia pasó por el centro de intercambio, preguntó unas dudas a la orientadora y cogió los de las clases de esta semana.

Las pellas las haría para el siguiente intercambio y mientras practicaban y repasaban los programas que se habían perdido en directo y se los había grabado la vecina Juana, en la cinta de radiocasete. Solo tenían una cinta y era de ida y vuelta. Con un pequeño recorte de “sintadesiva”, tapaban lo agujeros de lectura por el aparato, se borraba lo anterior y se grababa lo nuevo.

Javier Marrero

Fiesta de La Caña Dulce.


Fiesta de la “Caña Dulce” y la Inmaculada Concepción.

El 8 de diciembre en Jinamar de Telde en la Gran Canaria, caña dulce y naranjas. Naranjas de ombligo y de licor.

Esta fiesta data del siglo XVI.

Calderín y Pinito ahorraban todo el año para el gran día, el 8 de diciembre fiesta de la Caña Dulce y de la Inmaculada Concepción, ir pa’ Jinamar en busca de caña dulce, naranjas y chuchangas.

Salíamos de noche en un taxi que nos recogía en la calle Ingeniero Salinas en Las Alcaravaneras, donde el Estanco de Calderín. Solíamos llegar al amanecer.

Pa’ este día, la noche anterior siempre llovía y con la prima a los rayos del sol, salían las chuchangas en busca de calor y ahí estabamos. Recogíamos un saco de chuchangas, que al llegar a casa poníamos en gofio para que se purgaran.

Metíamos el saco en el portabulto y de regalo me tocaba un cacho de caña dulce para ir mordiendo y chupando.

Mi abuela iba a misa y Calderín, después de marcarme los “límites”, se iba al cafetín junto a la plaza a jugar al dominó.

Yo recorría los ventorrillos hechos de bidones de aceites, con tablas de maderas amarradas con verguillas, y decoradas con hojas de palmeras y latadas de caña.

El bullicio, el olor a tierra mojada, las músicas de timples y guitarras y el estruendo de voladores le daban la banda sonora-olorosa a tal fiesta preciada.

Mirando hacia atrás y leyendo la historia, cuando mallorquines, portugueses y castellanos arribaron sucesivamente a Canarii, la Gran Canaria, se encontraron con el valle de Axinamar o Jinámar, zona que era muy rica en palmeras y agua.

Con el tiempo un populoso barrio a mitad del antiguo camino Real entre Las Palmas de GC y Telde, que además comparten su jurisdicción municipal, sobre el que se construyó la vieja carretera del sur.

La caña de azúcar ha sido uno de los productos que ha marcado la historia de esta isla.

Llegó a Canarias en el año 1483. Los grandes terratenientes eran a su vez dueños del ingenio y participaban de esta doble condición ya que les convenía.

El ingenio estaba compuesto de un molino, la prensa que prensaba el jugo, después lo metían en calderas para hacer el cocido y por último lo ponían en un secadero.

Luego se trataba para consumir como melaza, azúcar de caña o para destilar ron.

Felices Fiestas de la “Caña Dulce”.

Javier Marrero.

La neblina subía por el barranco.


La neblina subía por el barranco e impedía ver el andén y la vereda.

Para Benigno no era problema porque su ganado le guiaba y el conocía bien cada tenique y cada talisca.

En el bolsillo del calzón de lana, llevaba un puño millo y cuando alguna jaira o cordera se le salía del rebaño, lo agitaba y volvía sin necesidad de que el bardino tuviera que hacer su trabajo.

El bardino se lo trajo un amigo majorero, antes tenía un garafiano, pero tenía hablado con un tirajanero para un presa, que era su ilusión, porque de chico su paye le enseñó el pastoreo con uno y que no se andó con mucho remilgo a la hora de ponerle nombre y el presa de paye respondía al nombre de “Perro”. “Búsquela Perro,…salga el cercao…Perro…eche ponsimba”.

El tiempo no lo medía por relojes, el sol era su guía y ya pardeando tenía que estar al abrigo en el goro para la ordeñada.

La majurria llenaba todo y le hacía la cama al ganado con nuevas helechas. Acomodaba al fresco las lecheras llenas y le ponía la comida a “Canelo”, que era el nombre de su bardino y él se preparaba un lebrillo de leche espumosa con gofio tostado y fiscos de queso viejo.

Afilaba el naife en la piedra seca del marco de la puerta de tea, mientras miraba a la Luna, que en un cielo oscuro, nublado, sin estrellas, lucía un aro dorado que presagiaba que llovería en la noche y a la prima habría fango.

Javier Marrero

La Flor de Pascua.


La Flor de Pascua, también llamada Pascuero, Flor de Nadal, Poinsetia, Estrella federal o Ponsetia, es originaria de México, Guatemala y centroamérica, hoy en día está ampliamente extendida sobre todo como ornamental en época navideña, pero no es una flor, lo que parecen pétalos rojos son en realidad hojas modificadas, llamadas brácteas, para atraer a los insectos polinizadores, ya que las verdaderas flores son tan pequeñas que no llaman la atención.

Desde hace muchas décadas crece silvestre en nuestras islas, al lado de caminos y veredas, en los campos de plataneras, y en los jardines del Archipiélago, especialmente en los de la zona norte .

El benigno clima y las condiciones naturales de Canarias hacen que aquí la planta se convierta en un gran arbusto que llega a alcanzar una altura de casi 4 m.

Es una Euphorbia (pulcherrima) y está estrechamente emparentada con plantas propias de los paisajes naturales canarios como las tabaibas y los cardones (Euphorbia canariensis, endemismo canario).

Quien la convirtió en la planta navideña oficial, con permiso del acebo, el muérdago y el abeto, fue una familia de inmigrantes alemanes, los Ecke, que en 1909 comenzó a cultivarla en Los Ángeles, expandió su plantación a Encinitas (California) y en los años sesenta empezó a distribuirla a todo el mundo por vía aérea mediante esquejes.

Javier Marrero

La mar es gente…


La mar es gente
gente del presente
historia de la gente
y gente de la historia.

Al mover sus olas
narra memorias,
unas estridentes
otras sosiegas.

Siempre de islas y continentes
de fauna y flora
y por supuesto de gente.

Escribe en arena y nubes
una para la tierra
y otra para el gran celeste.

Canta y silba
las más bellas canciones
melodías intangibles,
que no pueden ser
vulneradas por nadie,
porque son de toda la gente.

Javier Marrero

El 18 de noviembre de 2010 a los 61 años murió Salva en el Hospital Negrín.

Screenshot

El 18 de noviembre de 2010 a los 61 años murió Salva en el Hospital Negrín.

No tengo claro por qué lo recuerdo hoy, seguro que hay una respuesta, probablemente por la memoria humana o aquella entrevista que se quedó a medias y también fue por estas fechas.

Pero ahí va, al compañero, al que batió la pluma contra la injusticia, a nuestro querido Salva, Salvador Sagaseta.

“Ponme un wiski y otro pa´Marrero. Y surgían viñetas sagaces , palabras que solo con leerlas pudieran significar mucho, dibujos de simples gestos que dijeran todo. La cita era diaria.

¿Como está Kelita y Don Joaquín? Bien…¿ Y Manolo? Genial, algo trabado con los estudios, pero bien.

Nunca podré agradecer a la vida el conocer a esta maravillosa familia, Doña Kela Paradas y Don Joaquin Sagaseta de Ilurdoz, pero hoy me llama a las letras encadenadas, mi compañero y amigo Salvador.

Otro loco, que me decía…»Marrero, tu y yo somos unos rojos de mierda, para llegar a algo tendremos que trabajar duro». Nos pisaran, nos calumniaran, pero tenemos que estar firmes y puros. Blandir nuestras letras para la defensa de la libertad.

Salvador estuvo exiliado en Italia y en Suecia, perseguido y torturado por el asesino Franco y su régimen.

Republicano de pro y frustrado por los avatares de la vida, que en el alcohol intentó disfrazar la impotencia a la injusticia.

Su magia para unir palabras, convertidas en frases, su habilidad para que sílabas se conviertan en artículos, en protesta, en ansias de justicia, en amor, hicieron de el su grandeza y su desgracia.

No le gustaba mucho hablar de su exilio, solo me comentaba las cartas que le enviaba a su madre.

El humo del tabaco, hacía dibujos que transformaba en viñetas. ¿ Lo ves marrero, lo ves? Cuando el humo sube cejas pa´rriba y cuando el humo baja, cejas pa´bajo. Expresar, transmitir sentimientos.

En los bares de Las Alcaravaneras se peleaban porque Sagaz estuviera, para oírle, empaparse con su sapiencia, su decisión, sus chistes irónicos. Y tengo que reconocer que mas de alguna vez se arrepentían, a eso de empezar a amanecer. Como dijo el otro, fue genio y figura hasta la sepultura.

En Los Pinos tomábamos café para ir por la avenida y al golpito hacia La Provi.

Adoraba a su tío Don Fernando Sagaseta, el que nos dijo que la OTAN, si no la parábamos la tendríamos encima y mira tu por donde, ha sido realidad.

Salvador siempre vivió de pie, consecuente y murió luchando. Enjuto, flaco, con mirada cariñosa, medio quijote.

Cariñoso y cabreón, luchador, genio de las letras, mago de las viñetas, amigo, compañero, Salvador Sagaseta.

Era tanta la magua que largo el sacho.


Era tanta la magua que largó el sacho bajo el nisperero, se quitó el cachorro y con la muñeca se rascó la cabeza.

Sudando como un petudo abandonó la tierra y bajó por la tajea.

Cuando viró las tornas, se dirigió hacia el alpendre para ordeñar a las jairas que tenían varios baifos y daban abundante leche.

De una, todavía obtuvo bastante beletén. Vertió la leche cruda de los baldes al barreño, le echó la flor para el cuajó y retiró el primer tabique.

Al llegar a la cueva mesturó en una escudilla tunos con gofio y se embostó.

Emperchado salió para el bochinche a jugar al dominó, a ver si la cabeza se le despejaba.

Era sábado y a lo mejor también caía un envite o un subastado.

Unos carta blanca con enyesque de chochos, pejines y unas papas sancochadas, sirvieron para coger nuevas fuerzas para tirar hacia el catre.

Guardó en la primera gaveta de la cómoda la cartera y las lentes. En la silla dejó el terno y los calzones.

Cerrando los ojos fue entrando en sueño, al oscilar del péndulo del reloj de pared, que colgaba frente a la cama junto al ropero de madera con puertas de espejo.