Trucha de batata

En las fiestas navideñas de todas las islas Canarias está presente la trucha de batata, que parece estar hermanada con “trouxas” portuguesas, porque que de ellas se habla en 1871 en el Monasterio de S. Bento de Oporto, Portugal, que las hicieron para celebrar la elección de la nueva abadesa, pero en el “Libro de Gastos” del convento de Nuestra Señora de la Consolación en Santa Cruz de Tenerife ya en 1736, se nombra entre otros dulces.

Como sea, la trucha de batata que es la más emblemática, se empieza a realizar a su vuelta, por el campesinado que emigró a América, a finales de XVIII.

Lo que sí es seguro que las mejores son las de batata de Lanzarote, esas cultivadas en jable de infinidad de conchas marinas trituradas por la mar que al secar en la playa vuela transportadas por los alisios.

Ese hojaldre a modo de empanadilla rellena con una masa realizada de batata sancochada, misturada con almendras, matalauva, canela, ralladura de limón y licor de anís.

Como se sirven a los postres y para “hacer la gracia”, quien la cocina suele rellenar una de algodón y según en qué lugar de las islas a quien le toca debe invitar o cantar.

Nuestra amiga Lidia lo hace y cuando las trae a la mesa, con un par de abocados encima, esa mirada que vigila y el interés que pone en que te comas la que señala, la delata, no sabe disimular.

Por Navidad que no falten truchas de batatas en las mesas Canarias.

Javier Marrero

A la prima con la sorimba.

A la prima con la sorimba que barruntaba un día de viruje, el gallo anunciaba los rayos cernidos que débilmente alumbraba la piconera.

Piconera que se encontraba dañada por la extracción abusiva de picón para la confección de bloques.

Toda la cueva se llenaba de fragancia de la tarosada que se fundía con el calor del hogar.

Esperanza molía los granos de café haciendo girar la manecilla y se iba depositando la molienda en una pequeña gaveta hasta completar la medida.

Había misturado granos naturales con tostados en azúcar de caña y mientras se convertían en polvo, el aroma se unía a los olores del alba.

Luego depositaba el café molido en el colador de franela que colgaba de un cacharro de hojalata y echaba lentamente el agua “jirviendo”, aumentando el perfume que se multiplicaba con el pausado goteo.

Los podencos de Cipriano ladraban en la lejanía y Rafael tiraba del estarte para que su ómnibus fuera calentando. Hacía un infernal ruido que avisaba que tras el buchito ya estaría en ruta para recoger a Feluco el cobrador y comenzar la jornada.

Rafael, chófer de cochediora fue de los primeros que aprendió a manejar y tomó el nombre de su profesión de los conductores alemanes que llegaron con sus vehículos para sustituir las tártanas , los “chauffers”.

Eran tiempos que en las guaguas tanto el chófer, como el cobrador y las vecinas y vecinos usuarios, llevaban recados, noticias, encargos, cartas, paquetes, lecheras, garrafones, quesos, sacos de papas, cestos de frutales, talegas de pan, gallinas, palomas buchuas y mensajeras…y hacían la vida más amorosa.

Javier Marrero

13 de diciembre…Santa Lucía


El 13 de diciembre se celebra en Santa Lucía de Tirajana en la isla de la Gran Canaria las fiestas de Santa Lucía.

Estas fiestas hacen hoy 60 años de hermanamiento con la ciudad de Luleå, situada en la costa del norte de Suecia.

En un alto en el camino, cuando ya las tiras de la mochila por el peso del material de escalada se “hundían” en las clavículas, di con dos señores por el Ingenio de Tirajana que me contaban que sus bisabuelos cuando iban a misa el domingo, acercaban piedras para agrandar la iglesia dedicada a Santa Lucía Siracusa o del Lugarejo. No he encontrado pruebas de que esto fuera así, pero nos sirve para centrarnos en un pueblo que se independiza en 1815, un año después de la construcción de la iglesia, tomando tierras de Agüimes y San Bartolomé.

El 13 de diciembre de 1963, se celebraba la Procesión de la imagen de Santa Lucía y un capitán de la Marina Mercante sueca, llamado Musber, que pasaba los meses de invierno en Gran Canaria, se encontró con que
el mismo día se celebraba también esta festividad en Luleå, su ciudad natal. Hay que recordar que la llegada de Suecas y Suecos, de los Nórdicos, fue el inicio del turismo por esta isla.

Se vio con la organización y en aquella primera reunión, se gestó una idea que fraguó al año siguiente, con la puesta en marcha de un patronato que dio pie al primer viaje a la Isla de la Lucía sueca y todo su séquito.

Luego se fueron haciendo hermanamientos, intercambios de jóvenes estudiantes y se ha mantenido una relación cordial, comercial y educativa, entre los dos pueblos, el sueco y el grancanario.

La víspera se encienda la llama que marca el inicio de las fiestas navideñas y de la patrona del pueblo. Llega la Lucía Sueca y junto a la Lucía Gran Canaria llenan de olor a vela encendida una fiestas con gran carga de simbolismo.

Felices fiestas Tirajaneras y Tirajaneros y al pueblo de Luleå.

Pata Asada


En el Archipiélago Canario se elabora un manjar que le llamamos Pata Asada.

No se conoce la elaboración de jamones curados, pero en los tiempos en los que no existían neveras, para conservar la Pata de Cochino (Cerdo), se adobaba y asaba.

Al no poseer hornos en la mayoría de las casas, se hablaba en la panadería y se pedía turno para llevarla ya preparada y que se la asaran.

Era muy demandada por las fiestas de Navidad y Año Nuevo.

Con el tiempo se convirtió en un plato para casi todas las fiestas y celebraciones.

Hoy en día el bocadillo de pata acompaña muchos desayunos y meriendas. Es un producto tan rico y tan versátil que se puede comer en todo momento.

Existen bares especializados en la confección y despacho de esta comida típica canaria.

Una tapa de pata, media ración o un plato, se consigue en casi todos los bares y restaurantes.

Marida muy bien con todas las bebidas, incluido el café con leche o el chocolate y se presta a acompañar papas arrugadas, ensaladas, potajes y hasta su papita sancochada con ajitos fritos en su propia salsa.

Ya saben, Pata Asada y….Rianga!!!.

Pastel de Carne. Postre Navideño.


Pastel de Carne.

Lo denominamos como pastel y no como dulce. Y es curioso porque por aquí hablamos de Dulcería y no de Pastelería.

Se puede tomar caliente o frío y es el famoso Pastel de Carne. Hojaldre relleno de carne de cerdo con cebolla, especias y azúcares.

Es típico de estas fiestas navideñas y su origen no está claro, se sitúa en la presencia e influencia de ingleses e irlandeses o procedentes de Alcoyano, Valencia,
instalados en el Archipiélago Canario, en el siglo XIX.

Un anuncio del periódico Diario de Avisos de Las Palmas, 2 de enero de 1886, Las Palmas de Gran Canaria decía: “PASTELES.
Se confeccionan de carne y de dulce con el mayor aseo y esmero por Agustín Santana Pérez, hijo del antiguo pastelero, en la calle de Travieso, número 11 40.”

Es muy sustancioso y nutritivo. Se realizan en casi todas las dulcerías. Los de San Mateo son espectaculares y por Teror los encontramos en Benitez, hechos con una receta secreta de Fermina González y José Benítez, que han transmitido a sus hijos, y están de campeonato.

Es también de admirar la receta de Vicente Sánchez Araña por Las Tirajanas, que podemos encontrar en una edición especial del Libro «Cocina Canaria».

Junto con las truchas de batata, podríamos decir que son los dulces más típico por estas fiestas en el Archipiélago Canario, aunque existen más según el lugar.

Javier Marrero

Rancho de Ánimas


Rancho de Ánimas.

“La nueva temporada se iniciará este sábado 14 de diciembre con la primera salida a Los Llanos, Las Rosadas y El Álamo, y finalizará el 22 de febrero de 2025 en El Faro.”

Al anochecer, la lluvia llenaba de aromas y sonidos las tierras de Teror en las medianías de la Gran Canaria.

En la habitación de muebles de madera con varias capas de barniz y en sus paredes, grandes cuadros de estampas religiosas, se encontraban Anita, Suso, Paquito, Teresa, Pepejulia, Antonio, Lala y Josefa.

Las mantas de lana cubrían del regazo hasta los pies para combatir el frío del inicio de diciembre, los cachorros encajados hasta las cejas, ternos para los hombres y las mujeres se cubrían sus hombros con capas hechas de punto barbilla.

Entonces dio comienzo la conversación en el recuerdo de los Ranchos de Ánimas, que vivieran en su infancia.

Gesticulaban mientras rememoraban aquellos grandes calderos de rancho con carne y fideos, que se revolvían con un gran cucharon.

El gofio, pan, queso, aceitunas y el arroz con leche. El olor a café de las cafeteras que no paraba en toda la noche y el ron miel.

Con sus voces ya cascadas pero tiernas, entonaban algunas letras que recordaban:

“Cho Pancho Pulío
me mando a cantar a su hijo Pancho
que en la Habana está.”

Había añoranza, magua en el recuerdo, y a mí me impulsó a conocer más sobre esta tradición de nuestro pueblo, que se sigue manteniendo, que debiera tener más ayuda y reconocimiento como patrimonio de la cultura inmaterial de Canarias.

He tenido la suerte de conocer a componentes de uno de los Ranchos más viejos y que continúan en la actualidad, que es el Rancho de Ánimas de Arbejales y espero que esta reseña sea un granito más en el aplauso a estas paisanas y paisanos de varios rincones de nuestras islas por esta grandiosa labor.

La función de los Ranchos, se recoge en el libro de Ranchos de Ánimas de Arbejales, Teror- Guardianes de una tradición centenaria.

Los Ranchos de Ánimas de las zonas aisladas, al no contar con parroquias cercanas, gozaron de una autonomía y capacidad de intervención mucho más amplia que la de sus homónimos urbanos. Al no padecer la cercanía e inmediatez coercitiva de los párrocos o de las cofradías de ánimas, sus actividades calaron hondo en campesinos, pastores, artesanos y pescadores.

Su carácter de tradición religiosa popular, cubría una parte importante de las necesidades espirituales de los miembros de la comunidad.

En una época dominada por el boato de la liturgia tridentina, la claridad e inmediatez de las actividades de los ranchos permitía una mayor cercanía e identificación popular a través de sus prácticas religiosas.

Cubrían en gran medida la función de la iglesia en lugares que, de otro modo, hubieran permanecido sin atención.

De esta manera, los ranchos de ánimas se consolidaron en las comunidades de origen, lo que dio lugar, en las zonas de Teror, Valleseco, Santa Brígida y San Mateo que siguen la tradición de los ranchos de ánimas, también el de Arbejales-Teror, a un sistema de religiosidad popular basado en el culto a las Ánimas.

Ahora bien, al final de cada temporada, siempre quedaba institucionalmente justificado su trabajo, ya que se cumplía con la entrega a la cofradía, o, si ésta no existía, al párroco, de la limosna recaudada para las ánimas.

Para nuestros Cantadores de Teror el Rancho es muy importante por la finalidad que tiene, la gente lo respeta, lo aprecia y lo atiende.

La gente cree en el valor espiritual del sacrificio que se hace cantando a las ánimas.

Todos los sacrificios que se hacen con buena fe tienen su valor y ayudan a las ánimas con las plegarias de las coplas.

Pero además de ese valor está después el valor que tiene la misa, porque el que crea que ya cumplió con dar limosna a las ánimas debe saber que aunque no se pueda ir a la Misa por las Ánimas, ésta tiene su propio valor.

La gente, en otro tiempo no podía escuchar misa porque no tenía tiempo, ropa o salud; aunque era religiosa tenía problemas para asistir a los oficios, el Rancho era así una cofradía que hacía un trabajo por las ánimas de las familias que no podían asistir a los oficios religiosos.

La mayoría de las coplas y deshechas que se cantan son en casi un noventa y nueve por ciento de los casos para los difuntos.

Pero a veces hay quien manda a cantarle a los vivos, por ejemplo a una persona que está lejos porque emigró, trabaja fuera, está en el cuartel, etc.

En este caso se le canta y se le pide a las Ánimas que le ayuden para que le vayan bien las cosas.

También se le canta a la ‘reunión’, a los que están presentes durante la celebración, a los novios y hasta se daban bromas y había piques entre los mismos cantadores; claro, que todo esto ocurría cuando ya estaba bien entrada la noche, ya de madrugada.

Con el tiempo esto casi se ha perdido y hoy en día podemos decir que casi todo lo que se canta está dedicado a las ánimas, que en realidad es la razón de ser del Rancho.

En artículo de 7i “Los cantadores de las montañas” escrito por Himar Reyes Afonso, nos relata que cada sábado de invierno, entre la primera semana de diciembre y finales de febrero, Los Cantadores de Arbejales preparan sus instrumentos porque esos días hay salida.

El Ranchero o el mochiller cargan al hombro la gran alforja de lana tejida en telar de tea que un devoto a las ánimas donó hace años.

En ella se transportan los instrumentos pequeños (los panderos, el tamborcillo, las varillas con las que se tocan las espadas), el mantel o paño, las bebidas, las libretas de las cuentas y la bolsa en la que se guarda el dinero de las limosnas del día.

Recorren cada semana distintas zonas de los municipios de Teror, Valleseco, Santa Brígida y San Mateo.

Por la mañana madrugan para iniciar un peregrinaje por caminos, senderos, barrancos y casas, recabando las aportaciones de los vecinos limosneros y sus peticiones.

Almuerzan en sus casas a mediodía y de cuatro a cinco de la tarde vuelven a recorrer alguna casa, un garaje, un bar o un local donde cantar algunas coplas o deshechas por los difuntos de los limosneros.

Sobre las siete escuchan la misa en la iglesia o ermita del lugar, cantando al finalizar la misma alguna copla en honor al patrón, santo o virgen de advocación y por todas las Benditas Ánimas del Purgatorio.

Terminan en alguna casa donde siguen cantando, cenan los alimentos preparados por el limosnero que ofrece la cena, generalmente un rancho canario, queso, aceitunas, arroz con leche y ‘queque’ u otro dulce, y continúan con su cantiga hasta bien entrada la madrugada, acompañados de ron miel para aclarar la garganta y soportar el frío, un ‘buchito’ de café y devoción: rememorando, invocando y rogando por las Ánimas del Purgatorio de todos los que allí se acercan.

Con todo esto, podemos concluir que Los Ranchos de Ánimas de Gran Canaria son un fósil etnográfico viviente del Patrimonio de la Cultura Inmaterial de Canarias que se remonta al siglo XV.

Se trata de un sistema de religiosidad popular de carácter animista en el que se fusionan de manera ecléctica elementos de la cultura aborigen y un cristianismo primitivo ecológico y panteísta en sus formas, que llega a las islas a través de las órdenes religiosas, principalmente franciscanos y dominicos, como complemento evangelizador e ideológico de la Conquista.

El Concilio de Trento en su Sesión XXV celebrada en 1563 proclama como Dogma de Fe la Doctrina del Purgatorio, y en ese contexto de Contrarreforma la Iglesia Católica, con la Inquisición como brazo ejecutor, prohibió y persiguió todas las formas no canónicas de prácticas religiosas que no se correspondieran a su modelo dogmático y a su magisterio doctrinal.

En ese contexto podríamos decir que aparecen los Ranchos de Ánimas.

Los cultos aborígenes sobre la muerte y el más allá, de los que desgraciadamente muy poco sabemos pero cuya existencia es deducible de la práctica de la momificación y de los enterramientos, así como de la presencia en cadáveres y enterramientos de objetos y/o elementos rituales y simbólicos, van a encontrar en el dogma tridentino del Purgatorio un espacio apto para mantener e integrar este original y complejo sistema de culto animista, que permite mantener el Culto a las almas de los difuntos, a los Santos de cada familia de esta comunidad que son sus antepasados fallecidos y al mismo tiempo se obtiene cobertura, legitimada a través de la limosna que al final de cada temporada se entrega a las parroquias, para la celebración de reuniones sociales que adquieren el carácter de celebración.

Y esto así, de manera ininterrumpida desde hace siglos y perdiéndose en la memoria del tiempo, cada uno de los sábados del solsticio de invierno desde Santa Lucía en diciembre hasta La Candelaria en febrero, de las luces a las luces como decían los viejos cantadores.

Javier Marrero.

Qué bonitas noches que me paso yo…


Hubo un tiempo que hacer un rosario era ir de bar en bar, abriéndolos y cerrándolos.

No había móviles y oiga, siempre nos encontrábamos…

“Nos vemos en los bares era la frase más escuchada, después de la arenga de uno de los de la Peña que gritaba: ¡Himno!

Comenzábamos según por donde nos encontráramos con aquello de:

“(…) Él vino en un barco, de nombre extranjero.
Lo encontré en el puerto un anochecer,
cuando el blanco faro sobre los veleros
su beso de plata dejaba caer.

Era hermoso y rubio como la cerveza,
el pecho tatuado con un corazón,
en su voz amarga, había la tristeza
doliente y cansada del acordeón…

Si estábamos por Guía, la letra del ¡Himno! decía:

“…Si tú me dices ven
me arrojo todo
que no se me haga tarde
y me encuentre en la calle
sin Rumbo y sin Coronas…
si tú me dices ven ….
si tu me dices ven…
juyo pal Papona…”

Y casi siempre acaba con aquello de:

Soy el hombre más bandío
de los palmares canarios…
sal Luna con tus rayos
y alúmbrame el camino
que no sé dónde me jayo…

Ya va manecé
ya manecé
y ya maneció
qué bonitas noches
qué bonitas noches
que me paso yo…
dando serenatas
dando serenatas
y bebiendo ron….
óigame chriiistiano
jínqueme otro ron…

Jodío borracho majadero…jjjjj…y Rianga!!!

Javier Marrero

Mela, Fefa, Juana y la maye.


Mela, ligerita arregló la latada. El siroco quemó matos y tumbó parras, buganvillas y partió ramas. Hizo un estropicio en los muros de las cadenas y cayeron grandes lascas, perdiendo por lados el ripiado.

El carrizal y el palmeral se mantuvo esbelto tras cambarse casi rozando con la pincora el suelo.

Desde la casa llegaba olor a pan bizcochado y a millo tostado que la maye preparaba, para guardar el “biscocho” en la lata y moler el millo pa’ gofio.

Luego llenó la talega calabaza a la que le había bordado las iniciales, “para que no se jisiera ajena” decía ella, con pan bizcochado y echó parte del gofio en el zurrón.

Le dejó a Melita para cuando terminara en el cercado, la talla junto la alacena para que se acercara al chorrito por agua agria y de paso dejarle el zurrón a Fefa la de Galás, que iba a preparar pellas dulces.

A Fefa le quedaban buenísimas, las hacía con miel de Tenteniguada y almendras de Tejeda que partía en el majador.

También preparaba una con higos secos machucados en ron miel, pero para ocasiones especiales.

Fefa le dio a Mela los esquemas de radio Ecca, que ella cuando bajó a la farmacia pasó por el centro de intercambio, preguntó unas dudas a la orientadora y cogió los de las clases de esta semana.

Las pellas las haría para el siguiente intercambio y mientras practicaban y repasaban los programas que se habían perdido en directo y se los había grabado la vecina Juana, en la cinta de radiocasete. Solo tenían una cinta y era de ida y vuelta. Con un pequeño recorte de “sintadesiva”, tapaban lo agujeros de lectura por el aparato, se borraba lo anterior y se grababa lo nuevo.

Javier Marrero

Fiesta de La Caña Dulce.


Fiesta de la “Caña Dulce” y la Inmaculada Concepción.

El 8 de diciembre en Jinamar de Telde en la Gran Canaria, caña dulce y naranjas. Naranjas de ombligo y de licor.

Esta fiesta data del siglo XVI.

Calderín y Pinito ahorraban todo el año para el gran día, el 8 de diciembre fiesta de la Caña Dulce y de la Inmaculada Concepción, ir pa’ Jinamar en busca de caña dulce, naranjas y chuchangas.

Salíamos de noche en un taxi que nos recogía en la calle Ingeniero Salinas en Las Alcaravaneras, donde el Estanco de Calderín. Solíamos llegar al amanecer.

Pa’ este día, la noche anterior siempre llovía y con la prima a los rayos del sol, salían las chuchangas en busca de calor y ahí estabamos. Recogíamos un saco de chuchangas, que al llegar a casa poníamos en gofio para que se purgaran.

Metíamos el saco en el portabulto y de regalo me tocaba un cacho de caña dulce para ir mordiendo y chupando.

Mi abuela iba a misa y Calderín, después de marcarme los “límites”, se iba al cafetín junto a la plaza a jugar al dominó.

Yo recorría los ventorrillos hechos de bidones de aceites, con tablas de maderas amarradas con verguillas, y decoradas con hojas de palmeras y latadas de caña.

El bullicio, el olor a tierra mojada, las músicas de timples y guitarras y el estruendo de voladores le daban la banda sonora-olorosa a tal fiesta preciada.

Mirando hacia atrás y leyendo la historia, cuando mallorquines, portugueses y castellanos arribaron sucesivamente a Canarii, la Gran Canaria, se encontraron con el valle de Axinamar o Jinámar, zona que era muy rica en palmeras y agua.

Con el tiempo un populoso barrio a mitad del antiguo camino Real entre Las Palmas de GC y Telde, que además comparten su jurisdicción municipal, sobre el que se construyó la vieja carretera del sur.

La caña de azúcar ha sido uno de los productos que ha marcado la historia de esta isla.

Llegó a Canarias en el año 1483. Los grandes terratenientes eran a su vez dueños del ingenio y participaban de esta doble condición ya que les convenía.

El ingenio estaba compuesto de un molino, la prensa que prensaba el jugo, después lo metían en calderas para hacer el cocido y por último lo ponían en un secadero.

Luego se trataba para consumir como melaza, azúcar de caña o para destilar ron.

Felices Fiestas de la “Caña Dulce”.

Javier Marrero.

La neblina subía por el barranco.


La neblina subía por el barranco e impedía ver el andén y la vereda.

Para Benigno no era problema porque su ganado le guiaba y el conocía bien cada tenique y cada talisca.

En el bolsillo del calzón de lana, llevaba un puño millo y cuando alguna jaira o cordera se le salía del rebaño, lo agitaba y volvía sin necesidad de que el bardino tuviera que hacer su trabajo.

El bardino se lo trajo un amigo majorero, antes tenía un garafiano, pero tenía hablado con un tirajanero para un presa, que era su ilusión, porque de chico su paye le enseñó el pastoreo con uno y que no se andó con mucho remilgo a la hora de ponerle nombre y el presa de paye respondía al nombre de “Perro”. “Búsquela Perro,…salga el cercao…Perro…eche ponsimba”.

El tiempo no lo medía por relojes, el sol era su guía y ya pardeando tenía que estar al abrigo en el goro para la ordeñada.

La majurria llenaba todo y le hacía la cama al ganado con nuevas helechas. Acomodaba al fresco las lecheras llenas y le ponía la comida a “Canelo”, que era el nombre de su bardino y él se preparaba un lebrillo de leche espumosa con gofio tostado y fiscos de queso viejo.

Afilaba el naife en la piedra seca del marco de la puerta de tea, mientras miraba a la Luna, que en un cielo oscuro, nublado, sin estrellas, lucía un aro dorado que presagiaba que llovería en la noche y a la prima habría fango.

Javier Marrero