Vino una prima conejera…


Vino una prima conejera y Pimpa fue a recibirla al muelle.

El correillo fondeó en la bahía y a Valeria la subieron a una falúa.

Pimpa se acercó a la rampa de atraque y al verla venir se enraló, ajeitó los brazos como sarandeando mientras cantaba: “campesina, campesinaaaaa…no te quites la sombreraaaa, porque el sol de Lanzaroteeee pone tu caraaaa moreeeena…

Y hasta aquí llegó porque con la salitre y la seba, esbaló y dió con las sentaderas en el piso. Fue diendo por los suelos mientras intentaba frenar, buscando donde trincarse con los dátiles y preocupada en no darse en el coco.

Iba escaranchada como una jarea y no se daba cuenta que la falda y la saya se iba quedando atrás y ese día como era dir y venir no llevaba faja.

Su prima Valeria al ver el panorama le gritó: Pimpa tranca las patas que se te ve la cantalia.

Pimpa se echó manos a la berija y llegó embalada a la marea. Perico y el guachiman del puerto la ayudaron a salir, toda enchumbada y más colorada que un tuno indio.

Javier Marrero

Pimpa cogió la talega de saco de “asuca” cubana…


Pimpa cogió la talega de saco de “asuca” cubana y con la prima tenía a Perico a pulso para dir a por támaras.

Fueron pa’ las arenas y palma que trincaban le ponía a Perico las sogas a la cintura y en las patas y venga pa’rriba a cortar los pirganos.

Echa pa la izquierda que están menos revejidas, le decía mientras le cantaba:
“Perico sube a la palma….Catay, catay, y dile a tu Pimpita chumay, chumay…”

Era pa’ embullarlo, pero Perico se enroñaba más.

Estaba el viento revirao, las pencas le mandaban en el josico, el jarropón desvarao y largaba expresiones prohibidas pa chinijos y gente fisna, que lo más escuchable era: “me cago en la mar y en el coño de todos los infiesnos…”

Periiiicoooo, esa boquita que te restriego la bembas con pimienta.

Pimpa déjame el alma quieta que me tienes contento.

Una avispa empezó a dar la caterva, Perico fue a julearla, rembaló y cayó como un saco de papas por el espite. Se le trabó uno de los ñoños y quedó virao con los ñames pal palmito y la peluca pal piso.

Demontres, me cago en la mar, fuerte leñazo me voy a pegar.

Ay mi niño, que te me matas y me desalo toa.
¡Suelta la talega, que yo la atrinco!

Y sepárate que se te va a quedar la chibichanga en carne viva.

Cuando abaje, solo falta que me jinques la tajarra y me mandes laera abajo.

Tu ten cuidado que eso a flor de piel, con la marea sana, pero escuece.

Javier Marrero

La Culeta llenaba el barrio con el aroma del café de Valle


La Culeta llenaba el barrio con el aroma de café del Valle que competía con el olorcito a millo que tostaba Pimpa.

A Pimpa se le hacía tarde y le pasó el jurgón a Perico para que terminara la tafeña y llevara los sacos al molino. Le tocaba el turno de molienda pero ella tenía que arrejundir para ir a la venta de frasquita a buscar unos zagalejos, un par de sostenes (que siempre eran dos o tres, o cuatro) y una faja.

Quería un zagalejo blanco y otro celeste, pa’ combinar. Uno más pa diario y el otro pa un convite o por si se ofrecía otra noche como la que pasaron en guaneguin.

Mojamé que vivía pa Agüimes le había traído a Perico un pisco grifa. Se conocían de unos trabajillos en los muelles.

Perico arreglaba mobiliario y Mojamé era cambullón de tierra, porque: “ como Mojamé se marea…Mojamé no sube baco….Mojamé chinche por chinche en tera.”

“dae alqalil”….Tu cuidado con grifa, grifa fuerte, cultivada en tierra de tunera.

Perico se lió uno, como si se estuviera haciendo un cigarrillo de picadura TAMADABA, que se le salía por fuera el papelillo. Jaló, jaló, jaló y aquello era todo igual…y el millo ya tiznao.

Este jarabandino es un enclenque, esto es más flojo que la barbamillo. El millo más tiznao y Perico empezó a sentir como un cosquilleo interior, unas ganas de comer y una tontería que no paraba de reír. Y claro le dio por cantar. Y el millo más quemado.

Cuando ya entonaba los angelitos negros de Machin…:

“…Píntame angelitos negros
Que también se van al cielo…”

Se oyó er fechillo la puerta la calle, un chanclear embalao por el zaguán y cuando Pimpa ve a Perico, negro del millo quemao, la jumasera en el cuarto y la mariguanada que llevaba…atrincó el jurgón y le dio tal toletiaso al grito de : …al cielo, al cielo…pues ahí te va el ticket la guagua…y Rianga. Escribe cuando llegues”

Ya coño, que dejamos a Pimpa comprando prendas pa tapar las partes que son delicás, asegún dicen los Guanijais y se tuvo que venir que le avisaron del jumerío que había en su chozo…pues será pa’la próxima.

Javier Marrero

Le entró una bobera que no tenía baifo ni pa dir al cafetín.


Le entró una bobera, que no tenía baifo ni pa dir al cafetín. Perico estaba molío como un zurrón y hasta las palancas se les cambaban. Estuvo ripiando el muro la caena y carretilla va, viaje tenique viene… que si alongate Perico, abaja, vuelve a subí…y todo con una solaja que las gotas de sudor era un chorro que caía bajo el cachorro.

Pimpa estudiaba en radio ECCA la promoción al bachillerato, porque ella tenía claro su objetivo y quería aprender pa montar un negocio. Era una asidua y ferviente estudiante que participaba en todo. Ese día en el Estadio Insular, tenía lugar un gran encuentro de alumnado y profesorado. Vinieron de todos los rincones de la isla y ella había quedado en colocar pizarras, tizas, sacudir borradores y repartir esquemas.

Perico acompañó a Pimpa para ayudarle con el tinglado, la dejó por la entrada de tribuna y luego se iba pa’ la fábrica de ladrillos, a ver si encontraba unos azulejos pa alicatar el poyo. Almediodía te vengo a buscar.

Y al ir a virar la esquina, se dio de bruces con Gerardo, que llevaba la guitarra e iba derechito pal Viena.

Coño Perico, déjate dir y vente a echar un pizco que estamos calentando motores pa’ mañana, que viene el Madrí a jugar y ya le estamos dando la tabarra al pinisulá. Y poniéndole el brazo sobre los hombros y dando brinquitos empezó a gritar: ¡Riquiraca simbombaca…simbombá…hurrá, hurrá, hurrá Las Parmas,,,Las Parmas…y naide más!
No me atientes que hoy no pue ser, yo mañana vengo más luego pal partido y entonamos.
Hombre pordió un solo ron… pero era tal el enrale de Gerardo, que arrejundiendo a Perico, entonaba: ¡ Arroz…asuca… al árbitro una chupa… Asuca…arroz…al árbitro un biberón!
Y le fue entrando a Perico esa comesón en las entrañas… que ya le sonaba en la cabeza aquello de “Canarios semos, canarios seremos y ar Madrí una tupía le metemos… “Y ver la cara encochinada del peninsulá le daba un no sé qué, que le hacía feliz….Venga coño, vamos a por ese ron….y luego voy a por Pimpa….
Y oiga todavía se oye el cantá de…. “cuatro maravillas tiene Las Parmaass que no tiene Madrí, a Tonono, Oregui, Guedes y ver los barcos vení… Se unían folias, isas, malagueñas, cánticos a la Unión Deportiva…y ron va y ron viene.
Cuando Perico con las manos en alto corría alrededor de la mesa del pininsulá, gritando !¡¡Goooolll de Las Parmas!!, lo aparó Gerardo y diciéndole: Perico que va a sé penalti y tarjeta roja. Le señaló pa la puerta y allí estaba Pimpa con las manos en la cintura y el josico revirao.
Javier Marrero

¡Dabuten, Pimpa…ños que bueno!


¡Dabuten Pimpa…ños que bueno… ! le decía Perico, cuando le anunciaba que iban a navegar en la chalana de Juanillo el pescador pa’ un pesquero que el tiene asechao tras el bufadero.

Me cambo las patas y tiro p’al perchel por algún trasmallo. Y de paso preparo plomada y tansa del treinta, pa’ si cae una albacora o un abade.

Perico no seas papafrita, ya sabes que la última vez cogiste un par de fulas y cuatro o cinco caballas. ¿A qué vas a dir pa’llí?

Oh mujer por si jai más suerte, que además está buena la marea.

Tu lo que vas a dir es a buscar otra botella cartadioro.
Señora no sea fartona, que si yo tengo que dir a buscar ron, se lo digo y punto. Además me queda una pa’llídentro.

Y cogió por el médano y al llegar a lo alto, tuvo tan mala fortuna que trompicó y se dió el mismo con uno de los ñames contra la canilla. Un autotraspié y toque, que en vez de pa’trás…fue pa’lantre y cayó de voltereta y a ratos se le veía una mano, se le salieron las alpargatas, voló el cachorro y el josico se le iba quedando como el de los chinijos que caen de boca en la playa y se les mezcla la arena con las velas y aquello parece concreto.

Chano lo vio rodando…y le empezó a dirigí…sigue rectito, arrente, tira pa babor, pa ese babor noooo, pa’l mío… que te vas a enterrar en la tunera . Cuando aparó sé quedó más abierto que una jarea, y con un suspiro se le oyó decir: chacho,chacho, chaaacho, casi me esnunco.

Perico se alevantó y mirando pa lo alto el medano, se echó los dátiles al coco y exclamó: ¡mal rayo me junda, mal rayo me parta!

Fuerte tolete, el mesmo de la rabieta se despreciaba.

Pegó a buscar las alpargatas, el cachorro y el moni que llevaba suelto y no atinaba.

Déjate estar Perico, que entre más mueves el jable más se entierran. Pero es que yo me tengo que dir ya, que Pimpa me espera pa dar una vuelta en la chalana a pescar. Y ya me la veo enfurruñada sobre el leito de proa y el embate va a vení di’ella y vamos trabucá.

Y ahí anduvo el hombre trajinando y otro día nos contará de ese pesquero tras el bufadero, porque “Burro cargado, coge camino”.

Javier Marrero

Pimpa engodó a Perico…


Pimpa engodó a Perico pa dir a la fiesta de la Virgen de La Cuevita, allá en Artenara el pueblo más alto de la isla.

A las cinco de la madrugada sin haber cantado el kikere, ya estaba agoniando a Perico pa dir a coger el coche diora.

Allí iban arrequintados, todos empetados. Que si un garrafón de vino tinto del Lentiscal, unas jareas, una talega pejines, un balde de lapas y burgaos, un caldero ropavieja y por supuesto el cartadioro y el timple.

Según pasaron de Tamaraceite, Perico empezó a sentirse jareado y le entró una revoltura. Estaba tan soturno que solo le salía decir: pa’que le jise caso a esta mujé…ditoseadió…gensanta…

Que si quítate las alpargatas, aflójate el calzón, saca la mano por la ventana, pon el coco entre las piernas…pero cuando ya iban llegando a Lanzarote en Valleseco, estaba amarillo como un bufo, con el buche asoplao y sorumba perdío.

Fue entonces cuando con la mano izquierda tapándose las bembas y ajeitando la derecha, le pedía a Pimpa, que le dijera al chofe que parara.

¡Choooofe apare que Perico está destartalado!

Aparó y con tal mal tino y fortuna que en cuanto puso la pata en el estribo la guagua, le salió tremenda arrojadura que se dejó las alpargatas enchumbadas y como un amasijo leche con gofio, que jedía como un pellejo baifo sin curá.

Ay Perico, ven pa’quí pa restregarte un pizco que ansina no nos van a dejar subir. Fos…coño…julea esas moscas.

Con los ojos estrallados y la voz esmayada, miró pa Pimpa y le dijo: Mira, a mi me dejas aquí con el cartidioro y a la vuerta me recoges, que si no de esta me voy pa las chacaritas.

Fuerte fatiga de hombre…venga arrejunde y furrunguea el Timple, yo voy cantando y ya verás que en un ratito lleguemos. Lo empurrió al coche y dando palmas entonó …”de belingo nos vamos pal monte… en pirata, en pirata…échale vino tinto a Perico que no arranca…que no arranca…”
Javier Marrero

Pimpa estaba privada…

Pimpa estaba privada porque Perico la invitó a pasar el día y la noche en Ganeguín…

El iba aprovechar pa’ coger un par de baldes de lapas, que vienen a sé tres o cuatro baldes, y se darían unos baños en sus calmas aguas.

Pimpa preparó una caja de las de agua de Teror, que la forró con unos trapos que tenía pa’llí dentro y metió un par de platos y vasos de Duralex, cubiertos, un mantel y las servilletas caladas de Ingenio, porque la ocasión se lo merecía.

Hizo una ensaladilla rusa en una hondilla, la envolvió con paños de cocina y le metió un bloque hielo, que le compró a Panchito el de los helados, para que se mantuviera fresquita.
Una manilla de plátanos, la botella cartadioro y dos botellas de agua agria.

Era pal almuerzo en la playa porque Perico le prometió que esa noche iban a cenar en un cafetín que estaba cerca la plaza. De esos de comida de caldero y que hacían unos tollos en mojo hervido que quitaban el sentío.

Con ese atardecer en el que tras el mar, está Tenerife y tras el Teide, el sol tiñe el cielo y el Atlántico de tonos calabazas y encarnaos, cuando la Luna enorme de Ganeguín empieza a rielar en la mareas, se miraban con ojos de chesnes.

Melositos y acurrucados con la fresca brisa marina dándoles en la cara, que despertaba el calor interior, ese que sube por el pomo y enñurga el gaznate.
Pimpa se agarraba a la cintura de Perico mientras él le cantaba bajito, así como si estuviera chismorreando: “Dos gardenias para ti
y con ellas quiero disí
Te quiero, te adoro, mi Piiiimpaaa..”

Tiraron pa’l cafetín, que como la estación de la NASA está cerca y venían a comer los chonis, le empezaban a llamar restauranes.

Diendo por el callejón y con el arrope de la maresía, a Pimpa le entró un calentón que trinco a Perico por el totiso y le metió tremendo boquinazo, que lo dejó medio atoletiado.

Arrecha Perico que nos jincamos los tollo con las papas arrugadas y no te llenes mucho el buche, que de aquí nos vamos pa’l catre que el piruso quiere belingo.

Javier Marrero.

Después del baile, por la calle pa’bajo…


Después del baile, por la calle pa’bajo iban Pimpa y Perico. Pimpa pa’ cruzar la carretera lo atrincó bien no fueran a tener un disgusto con las tartanas, fotingos y guaguas, que tremenda mamadera llevaba Perico que no sabía bien dónde se jayaba.

“Como un rayito de Luuuuunaaaa entre la selva perdiiiidaaa…” balbuceaba Perico, mientras Pimpa le decía: ¿Rayito de Luna?…tente Perico, que no nos tenemos y vamos a terminar dándonos un toletiazo.

Pimpa lo cogió por las posaderas…más desperdiciadito culo que no hay donde trincá y con ese pelo cuca que tienes en el coco, parece que por las bembas esparto me restriegues.

Cuando llegaron a la playa, Pimpa soltó a Perico para quitarse los zapatos, porque en la arena descalza es como mejor se anda.

Llegaron a las barquillas por simba el muellito y Perico la alevanta cogiéndola por las patas y el totiso, para meterla en la barca, mientras le disia: geitosa figurilla la de mi Pimpa…cosa más linda. Y le mandó en el tolete con la rodilla, perdió el equilibrio y la estampó contra el fondo la falucha.

Pimpa escaranchada se cagó en el coño de los infiesnos…e intentó recuperarse…

¡Perico alongate y dame la mano!

Yass coño que me meo y de remplón salió a escape pa la orilla a cambiarle el agua a los chochos.

¡Periiicoooo!!!

Pimpa se compuso como puo y escuchó unas carcajadas y tras ellas unos ronquíos como si el volcán despertara.

Como Perico no resollaba se abajó la barca y allí lo vió.

Al ir a desabotonarse los calzones y del vacilón que traía, se fue diendo pa trás por mor de la gravedad y quedó tumbao, amarillo como un bufo, todo chuchurrío y cual chorro de la Plaza de las Ranas, con la mano en la chibichanga largando una mea. Cuando se alivió se quedó dormido.

Chiquito cabreo sordo se trincó Pimpa. Cogió el cachorro, le tapó el surtidó y lo dejó entre las barquillas y nasas, al arrumaco de las olas que diban y venían.

No escarmiento con este verija sin tino… y tiró pa’l choso.

Javier Marrero

A Pimpa la Semana Santa le sacaba de juicio…

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A Pimpa la Semana Santa le sacaba de juicio. Lo único que le gustaba era la procesión de La Burrita, porque se ponía la mantilla blanca que heredó de su bisabuela, los zapatos los domingos y llevaba los sobrinos al parque San Telmo, con los palmitos que les había hecho Gerardo el sacristán.

Aunque luego tenía que bregar con los jodíos chinijos pa que dejaran de espadachinar…”soy el capitán trueno…y yo el Zorro y no me rendiré”… gritaban mientras se daban tolietazos. ¡Dejen eso demontres!…que tan bendeciós y el señor les va a castigar.

A Perico la Semana Santa le daba lo mesmo porque aunque el cafetín cerraba al pasar la procesión y el viernes santo estaba trancada la puerta principal, se podía entrar por la puerta del callejón y tenía todo el día, sin que le molestaran pa’ un dominó, un envite o un subastado .

Antonio el de la tienda, lo dejaba abierto pa’ una “emergencia”, una necesidad, …que si una batata, que si un pisco cherne más porque vino Frasquita con su familia pa’l sancocho, sin avisá, ella dice que fue una confusión, porque ella lo dijo en de cuando y trae hasta una pella gofio con plátanos de Lariaga y una cebolla encarnada de Galdar.

Eludía así,Antonio, la orden de que el viernes santo todo tenía que estar trancado porque estaba muerto el Señó.

Como quiera, que envío va, acepto, chico fuera…y eche una última barajada…se diba el tiempo en un santiamén sin darse ni de cuenta.

Cuando Perico miró pa’l reloj la pared…. exclamó ¡Yass coño!…écheme el último cartadioro que no llegó pa’l sancocho y antonses sí que tenemos Viernes Santo con la calentura que se atrinca la Pimpa.

Y en vez de tres cruces van a ser cuatro y no vamos a caber en el monte del Mastro Gólgota, que se lo tenía arrendado a los romanos pa esos menesteres y hasta se va a joder la canción de …están clavadas tres cruces…. Y va a sé están clavadas cuatro y en una Perico por llegar tarde al sancocho de Semana Santa.

¡Fuerte guineo, ditoseadió!

Javier Marrero

Dice Pimpa que este cuento se los debía por el retraso de aquella vez.

Pimpa y Perico fueron al baile…


Pimpa trancó la gallanía mientras Perico andaba con la fucha escardando y sachando las pocetas de los matos. Iba al golpito pa’ no salir con el espinazo baldao que una vez le dio un jamacuco que ni pa qué y se quedó sorimba perdío. Como era un saltaperico (haciendo honor a su nombre), enseguida estaba como un reguilete y cuanto más, si abarruntaba parranda o tenderete.

Ya aflojaba la calufa y la noche se presentaba agradable. Como era sábado iban a dir al baile. Ambos eran grandes bailaores y tanto le mandaban a una Isa, como a una ranchera, bolero, copla o pasodoble.

Al llegar, Perico encomensó a alegantiniar y pisco va, pisco viene, hasta que Pimpa lo atrincó por el terno y lo jaló, que de chiripa no lo largo pal piso, mientras le decía: menos palique y a lo que venimos.

Si sonaba Jorge Negrete, Vicente Fernández o el mismo Aceves Mejía, hasta zapatiaban acompañando con ay,ay,aies de gritos Mariachis.

Y si “Las dos gardenias de Antonio Machin” llenaban el espacio, se ponía meloso y se le escapaban los dátiles a Perico pa’ sobajiar a Pimpa. Ella le ponía los brazos en posición de madejar lana y entonces reculaba y con voz de tenor ronero, subía el tono con aquello de …”Con ellas quiero decir
Te quiero, te adoro, ay mi viiiiiidaaaa….”

Pero lo que pedían siempre cuando los piscos iban haciendo su labor de calentar el gasnate y el sentío, era un bolero. A Pimpa les brillaban los ojillos, mientras Perico con la mano derecha en el corazón y la izquierda la acercaba a la cintura de Pimpa…le cantaba: “Lo dudo, lo dudo, lo dudo
que tú llegues a quererme
como yo te quiero a ti.
Lo dudo, lo dudo, lo duuuuudoooo que jalleeesss un amor más puro como el que tieees en míiiiii….”

Pimpa con cara socarrona, las manos en las caderas, y meneándose de lao a lao le contestaba: “Dices que ya no te quiero porque me ves mala gana, ningún fuego coge fuerza si no alimentan su llama.”

Y los vieron dirse pa’ las barquillas de la playa….peeeero…eso es otro cuento.

Javier Marrero