Pimpa engodó a Perico pa dir a la fiesta de la Virgen de La Cuevita, allá en Artenara el pueblo más alto de la isla.
A las cinco de la madrugada sin haber cantado el kikere, ya estaba agoniando a Perico pa dir a coger el coche diora.
Allí iban arrequintados, todos empetados. Que si un garrafón de vino tinto del Lentiscal, unas jareas, una talega pejines, un balde de lapas y burgaos, un caldero ropavieja y por supuesto el cartadioro y el timple.
Según pasaron de Tamaraceite, Perico empezó a sentirse jareado y le entró una revoltura. Estaba tan soturno que solo le salía decir: pa’que le jise caso a esta mujé…ditoseadió…gensanta…
Que si quítate las alpargatas, aflójate el calzón, saca la mano por la ventana, pon el coco entre las piernas…pero cuando ya iban llegando a Lanzarote en Valleseco, estaba amarillo como un bufo, con el buche asoplao y sorumba perdío.
Fue entonces cuando con la mano izquierda tapándose las bembas y ajeitando la derecha, le pedía a Pimpa, que le dijera al chofe que parara.
¡Choooofe apare que Perico está destartalado!
Aparó y con tal mal tino y fortuna que en cuanto puso la pata en el estribo la guagua, le salió tremenda arrojadura que se dejó las alpargatas enchumbadas y como un amasijo leche con gofio, que jedía como un pellejo baifo sin curá.
Ay Perico, ven pa’quí pa restregarte un pizco que ansina no nos van a dejar subir. Fos…coño…julea esas moscas.
Con los ojos estrallados y la voz esmayada, miró pa Pimpa y le dijo: Mira, a mi me dejas aquí con el cartidioro y a la vuerta me recoges, que si no de esta me voy pa las chacaritas.
Fuerte fatiga de hombre…venga arrejunde y furrunguea el Timple, yo voy cantando y ya verás que en un ratito lleguemos. Lo empurrió al coche y dando palmas entonó …”de belingo nos vamos pal monte… en pirata, en pirata…échale vino tinto a Perico que no arranca…que no arranca…”
Javier Marrero