Pimpa trancó la gallanía mientras Perico andaba con la fucha escardando y sachando las pocetas de los matos. Iba al golpito pa’ no salir con el espinazo baldao que una vez le dio un jamacuco que ni pa qué y se quedó sorimba perdío. Como era un saltaperico (haciendo honor a su nombre), enseguida estaba como un reguilete y cuanto más, si abarruntaba parranda o tenderete.
Ya aflojaba la calufa y la noche se presentaba agradable. Como era sábado iban a dir al baile. Ambos eran grandes bailaores y tanto le mandaban a una Isa, como a una ranchera, bolero, copla o pasodoble.
Al llegar, Perico encomensó a alegantiniar y pisco va, pisco viene, hasta que Pimpa lo atrincó por el terno y lo jaló, que de chiripa no lo largo pal piso, mientras le decía: menos palique y a lo que venimos.
Si sonaba Jorge Negrete, Vicente Fernández o el mismo Aceves Mejía, hasta zapatiaban acompañando con ay,ay,aies de gritos Mariachis.
Y si “Las dos gardenias de Antonio Machin” llenaban el espacio, se ponía meloso y se le escapaban los dátiles a Perico pa’ sobajiar a Pimpa. Ella le ponía los brazos en posición de madejar lana y entonces reculaba y con voz de tenor ronero, subía el tono con aquello de …”Con ellas quiero decir
Te quiero, te adoro, ay mi viiiiiidaaaa….”
Pero lo que pedían siempre cuando los piscos iban haciendo su labor de calentar el gasnate y el sentío, era un bolero. A Pimpa les brillaban los ojillos, mientras Perico con la mano derecha en el corazón y la izquierda la acercaba a la cintura de Pimpa…le cantaba: “Lo dudo, lo dudo, lo dudo
que tú llegues a quererme
como yo te quiero a ti.
Lo dudo, lo dudo, lo duuuuudoooo que jalleeesss un amor más puro como el que tieees en míiiiii….”
Pimpa con cara socarrona, las manos en las caderas, y meneándose de lao a lao le contestaba: “Dices que ya no te quiero porque me ves mala gana, ningún fuego coge fuerza si no alimentan su llama.”
Y los vieron dirse pa’ las barquillas de la playa….peeeero…eso es otro cuento.
Javier Marrero