La zapatería era un cuchitril junto al portón, que olía a fos, por lo descuidado y por la mistura de engrudo, cuero, goma de coche, grasa de caballo y óxido de tachas, que se suavizaba un pisco con el del betún.
Chago el Paterna le mandaba a todo pero de oficio era zapatero remendón.
Judía,papa y fideos vivía sobre la zapatería y era la contra de Chago, trabajaba de jefe de maleteros en el aeropuerto y cuando se rozaban saltaban chispas y algún toletiazo o rebencazo.
Lo de Paterna es porque comenzó trabajando en la finca donde vivía con su familia en la cuartería por los Tarahales.
Y a García que en el barrio le decían el pinisulá, menos el Paterna que le llamaba “godomielda”, le pusieron judía, papa y fideos, porque era cocúo, el torso enguirrao y las patas y brazos como tollos.
Además el hombre estaba chuchurrío y siempre tenía tremenda trancaera, que él se lo achacaba a la maresía, al siroco o al viento sur y no a los Ducados.
Chago se echaba pa amanecé una ginebra asustá, porque tenía el pomo esconchabao, que la revolvía con la misma cucharilla del buchito de café, la “midisina” le llamaba.
A media mañana se jincaba un guanijay o dos, si se encontraba con flojetú, pero le daba “acidé” y entonces, antes de almorzar se tomaba un cartablanca, porque decía que un fuego mata otro fuego.
García a la mañana se echaba un sol y sombra, algunas veces pedía solo el coñác o el anís pero entonces lo quería doble.
Y pa media mañana se echaba unos botellines que los pedía por quintos y si el día estaba amulao se tomaba un ponche caballero o un tinto.
Tanto uno como otro eran de echar una cabezadita después de comer y los dos tenían mal despertar y como por lapsus del demonio se cruzaran, empezaban los improperios que le daban para rato. Y muchas veces si no se encontraban, se buscaban.
Chago le decía…arretranco, pollaboba, verija, cachanchán, guanajo….y García le respondía: alfeñique, ganapán, gilipuertas, gorrino y terminaba con: te voy a dar hostias como panes, malparido.
Eso si, los días que se subían de tono e iban bien templaos terminaban a trompazos, aunque la mayoría de las piñas iban al aire y las que acertaban eran flonfis, por aquello de que la bebía nubla la vista y mas de una vez, por esa atracción que tiene el exceso de copas con el centro de gravedad, se daban tal leñazo que terminaban en la Casa de Socorro y salían de allí repitiendo aquello de “mas nunca”.
Eso si tenían nuestros hombres, que cuando eran invitados pa un asadero, ronda o tenderete, iban como hermanos…”mi vecino el pininsular y mi amigo el zapatero” y si hacía falta una junta pa echar un techo, levantar un muro o lo que necesitara la vecindad, ahí estaban como marisco y lapa.
Javier Marrero