Pepito “er criminá” era más bueno que el pan de puño…


Pepito “er criminá” era más bueno que el pan de puño y lo de criminá se lo pusieron porque al pan bizcochao le mandaba un taponazo contra el mostrador que lo dejaba hecho siscos y con la otra mano te botaba un puñao manises tostaos con cáscaras.

Tenía una ventita que hacía esquina y por una de las puertas se entraba a la tienda y al virar, al cafetín.

La puerta del cafetín la tenía entreabierta con un ganchillo. Cuando alguien se despistaba de ponerlo, se oía al unísono…”ER GANCHILLO”.

En la esquina tenía un pequeño baño, que era un agujero en el suelo de cemento lavao, con una puerta tipo cantina del oeste, que dejaba ver el totiso y de las pantorrillas hasta donde te dan pa’ caer de cango.

Cuando se entraba era importante saludar, pero Nino siempre socarrón…”Buenos días pa’ todos menos pa’ uno”.

Se respondía diligentemente: qué pasoooó jioputa…O con: ¡Vamos!
Y oiga, qué pasó jioputa…es cariñoso y el vamos suele ser menos amoroso.

Por la apertura salía un jumerío de picadura Tamadaba con tabaco negro que tenía el dintel tisnao.

Pepito tenía el suelo del cafetín lleno de serrín humedecío con agua y zotal para barrer las cáscaras,las colillas y que absorbiera los líquidos que caían.

En la carpintería de Miguel dejaba a deber los baldes de serrín , que cumplidor lo pagaba a principio de mes, miraba bien para que en el fondo no le mezclara garepilla y se la cobrara al peso.

Barría con una escoba de mango de pírgano de palmera y para arrastrar, un manojo de las hojas secas atadas. De recogedor tenía media lata de pimentón de las de a granel con un asa.

De buenas a primera se oía un grito desde la tienda que decía…ay Antonio tas bonito, …no te vaigas a entrompar…

Usté se calla, entrometía, que solo le gusta alegantiniá.

Entrometía yo, josicuo???…tate callao … no seas porfiado, que si me buscas me encuentras, pendejúo.