Aligera que Ventura ya puso en marcha el Fotingo y parece que carbura. Como se le pare con la tardanza, se va a encochinar, va a ir funfurruñando y nos va a dar la noche.
Se espetó el traje de fiesta y le sacó brillo a los zapatos restregando petróleo con un trapo y salió mandado.
Iban para el baile de fin de año en la sociedad y el día tenía pegada la melosa y hacía tal viruje que se tuvo que echar la trapera porsimba.
Juanito el de la ventita, que también era mampostero, se encargaba del festejo y disponía el salón con un tinglado al fondo, en donde había una botella carta blanca, otra cartadioro, coñac, maribrizá, licor de café, ponche caballero , botellines, unos clippers, team, bayabayas, nik y varios calderos, con papas arrugadas, tollos en mojo hervido, carajacas y garbanzada.
Cada uno había puesto cien pesetas para el comistraje, menos Andrés que estaba más limpio que un escoplo.
Luego disponía sillas en el resto de las paredes del local y las ocupaban las mujeres en edad de mosiar, junto a sus madres, abuelas o tías, que eran las que aprobaban si podían aceptar la invitación al baile y sin mediar palabra, con un simple gesto.
Andrés, tuvo su nascencia en medianías, era un hombre alto y medio abamballado, como empezó temprano con los botellines, se estaba reventando y antes de entrar, allí estaba, escorado a la pared con la frente sobre el brazo, la chibichanga en mano y no acertaba a orinar sin enjalbegarse los calzones y los zapatos, por la mamadera que llevaba y que se había desabotonado mal.
Ventura, que había aparcado cerca, con los tambalazos que daba Andrés, y temiendo le meara el coche le largó: tú atrévete que te hago la cuca un nuo.