Teresita de las Morenos, preparaba una torta vilana pa’ la Nochebuena, que quitaba el sentimiento.
Se lo enseñó Lalita, que se había casado con un gomero y a ella se lo enseñó su suegra.
Ya habían empezado las vacaciones escolares de Navidad, el día anterior se escuchaba los cantos de la lotería y en este primer día de dispués, mientras Cuco revisaba los grandes pliegos del Eco de Canarias, para ver si le había tocado algún “rintegro”, ella ya había sentado a la chiquillería en el traspatio con unas escudillas y les había mandao escachar las papas sancochadas, que habían sobrado del día anterior.
Cuando terminaran tenían que pelar las almendras y machucarlas en el mortero.
Mientras los tenía entretenidos no jodían la pavana, ni se volvían ñanguientos.
Le añadía la medía de harina, la de azúcar, un puñao de pasas, “rallaura” de limón, manteca, luego los huevos y los ponía de nuevo a hacer el amasijo.
Para ella se reservaba añadir el vasito de anís seco, porque era una bebía y no se podía dejar al alcance de los chinijos, como le llamaba la tía Pinito (que aunque era canariona, de joven se casó con un conejero que conoció en un pesquero en el Muelle de la Luz y se fue a vivir a Valterra en Arrecife), y es que de nené les mojaban la chupa en el anís, para que se tranquilizarán y claro les habían cogido el gusto.
Así ella, de paso, se podía echar unos tanganazos, que según decía, le venía bien pal reuma y pa la acidez, alguna vez se le oyó decir que era bueno para expectorar y pa la tos majadera. “Pue sé”, lo cierto es que después del trago, mientras metía la milana en el horno, hasta canturriaba aquello de: “Aaanuuuncia nuestro cantaaar(aquí se alargaba un rato…aaaaaaa…aaa) que ha nacío el redentó ooooh ooohhh…oh oh…ooohohhh, y lo acompañaba con jeito en la mano a modo de tocar el timple…y decía…rían,rían,rían….tirori ro rí…tirori rorí….tirirín…tirirón…
Javier Marrero