Nina de Buenavista de Gàldar, decía que el potaje hay que comerlo al día siguiente de hecho, porque si después de guisado no se dejaba reposar no se apotajaba.
Un buen sitio en donde dejar el caldero tapado era bajo la talla en la pila del agua. De la pila colgaban verdes y jugosos culantrillos que daba el frescor necesario.
Ella decía que el potaje es según su tiempo, cada época tiene su potaje, cuando toca es de coles de orilla, de arvejas, de jaramagos, berros, chícharos, acelgas o de lo que haya en el cercado. Que con cilantro y papas también se hace un buen caldo.
Las papas hay que chascarlas, si no se quedan duras y al ñame hay que darle antes un lavado en agua tibia pa’ que no amargue.
Siempre lo hace en el caldero grande. Dice que a butano no queda mal, pero que en donde mejor se hace es a leña y si es con cáscaras de almendra, mejor.
Las cáscaras le dan un sabor especial, dice que por el jumeo.
Como siempre sobra, lo pone sobre el pollo, a la intemperie, para el día siguiente.
Junto con el plato de potaje pone la lata del gofio y de conduto un cacho queso flor, pan bizcochao y unos pejines.
Y cuando alguien aparecía cerca de la hora de comer siempre le decía: quédese pa’ almorzar que vamos a amasar gofio.
A los conocíos que solo venían a chuchar siempre les decía: “ay cristiano que me coge el pomo descompuesto y ni comía he podío preparar.”
Javier Marrero