Era temprano, todavía oscuro y al ver la puerta del cementerio entreabierta, decidieron entrar a ver las tumbas de sus padres,otros familiares y algunas amistades.
No eran de ir en los días señalados, algunas veces tardaban años en visitarles pero se prestó la ocasión.
La entrada estaba iluminada con una tenue luz de una bombilla que colgaba de un triste portalámparas, que hacía extrañas sombras en la pared encalada. Tan débil que ni se distinguían las tétricas imágenes de ángeles, unos con trompetas y otros con las manos en alabanza.
Olía a maderas húmedas, a tierra de la que resbala y sobre todo a flores ajadas, que se mezclaba con el fresco olor de una corona recientemente ubicada, ante el nicho de un segundo piso.
El nicho todavía no tenía lápida y en el cemento que lo sellaba, no se leía bien las iniciales y la fecha, por falta de luz y porque las ramas de eucalipto, antulios, rosas y margaritas no lo dejaba.
Una J…, una M…a la edad de…, familiares y…, era lo más que se alcanzaba distinguir.
¿No has oído un pájaro ronco? Preguntó Juanito.
Yo no, pero concéntrate en dónde está la tumba de tu familia, porque a mí estar aquí me chirga.
En la penumbra tropiezan en un muro de los límites que marcan la zona de enterramiento en tierra y se agarraron, porque perdieron el equilibrio, el suelo patinaba y casi se dan un partigazo.
Yasss cooño casi nos matamos, dijo Melo. Y vamos todos jediondos pal trabajo.
Shiis… chistó Juanito y volvió a decir, calla. He vuelto a oír al pájaro.
¿Al pájaro? Calla…, calla…carajo…, dijo Melo: ahora si me parece escuchar algo,… y se oye pa’trás.
Mira, vamos a dirnos y ya vendremos.
No hombre, ya que estamos…
Y escucharon como un quejido con voz de ultratumba y del que se podía entender entrecortado…: chriiistii…ano…niano…aaanoooo…. yudeme pordió.
Melo dio un brinco y casi se monta en la chepa de Juanito…¿Lo oíste…lo oíste???? Pa mi que es una ánima. Vamos a dejarnos de toletiadas y salgamos a escape.
Pero este lugar es de silencio, ya sabes que aquí los cuerpos duermen hasta la resurrección…
Que resurrección ni leches, y si están dormidos uno tiene pesadillas y lo estoy escuchando.
Y se volvió a escuchar el quejío que tras carraspear y toser se le entendía mejor y algo de… enterrador… parecía que decía.
Juanito también se empezó a intranquilizar y gritó: ¿ Quién está ahí? manifiéstese o empezamos a trompá limpia.
Unos gritos desgarradores con palabras ininteligibles decían…aaahhhhhgggg…aydiomio…ufffggg…tujún…tujún….
“Que me ayuden pordió que soy Ciprianoooo…el enterradó…que se me rembaló la escalera y me di tal toletiaso que caí en ermasuleo”….
Pero ya era tarde para la ayuda, porque Melo y Juanito, aplicaron aquello del que va detrás va empujando y no había Cipriano terminado de hablar y ya estaban saliendo de la portada de la suidad.
Javier Marrero.