A finales de los setenta…esos hippis
A finales de los setenta, principio de los ochenta, una parte de los hippies que pululábamos por Gran Canaria, nos reuníamos en la playa de Tauro. Cerca había un camping, del cual muchos de sus clientes, una vez acabada sus vacaciones engrosaban esta pequeña comuna. En la playa, Orlando tenía un pequeño «tenderete» de «madera de palo» y hojas de palmeras. Unos bidones hacían de nevera y en un pequeño camping gas, cocinaba lapas, pescados y calderos de papas. De la época recuerdo a Kiko Veneno y un poco más adelante a Luis Pastor. El día y la noche siempre estaba acompañada de buena música, danzas, artesanía y poesía.
En 1977 llegaba el Corte Inglés a la capital y aprovechamos para montar nuestras «mantas» a la entrada, en donde vender nuestros trabajos y sacar unos durillos para volver pa´l sur. Esto nos trajo muchos problemas y hubieron muchas detenciones. Pero poco a poco fuimos consiguiendo un espacio. Por cierto, el desayuno era cortesía del C.I., jejejee…. lo que se sacaba del super no tenía alarma. El desayuno era colectivo, por turnos nos tocaba «recolectarlo» para compartirlo entre todos.
Cuando comenzaron a extender sus manos llenas de cemento y asfalto, los señores empresarios de la hostelería, nos visitaban todos los días la Guardia Civil, la de capa, tricornio, zeta y landrover santana. Nos echaron y nos fuimos al LOVE en la presa de Las Niñas por Pajonales. El LOVE, era una antigua casa forestal, que okupamos y en su fachada colocamos el símbolo de la paz y la palabra LOVE. A partir de ahí el lugar se conocía como el LOVE (LOBE).
Las diferente intentonas de desalojo se les frustraban a la Guardia Civil, hasta cuando empezaron a ampliar la carretera hacia el sur y Mogan. La disculpa fue la plantación de María, nos levantaron pa´l aire, varios detenidos, muchos dolores y carreras. Con tractores tiraron el LOVE.
Abandonamos Pajonales y bajamos hasta la Presa de Soria. Nos instalamos en una pequeña casa y unas cuevas, que la mejor forma de acercarse era atravesando la presa a nado. Había un tronco de palmera que hacía de boya para reposar.
Unos alemanes ( no me extraña que detrás estuvieran los de siempre) introdujeron el uso de la semilla del diablo y la cosa fue degenerando. Una buena parte nos retiramos y nos acercamos a las casas deshabitadas cercanas al núcleo de población. Fue una buena experiencia, nos implicamos y tuvimos una buena acogida. Compartimos artesanía, agricultura, atardeceres, amaneceres y alegrías. Los de la otra orilla, poco a poco, unos por deterioro personal y otros por aburrimiento se fueron marchando.
Estos años fueron de lucha constante, dejamos el «hipismo» para los fines de semana, puentes y vacaciones y bajamos a la capital a luchar contra Abengoa.
En cuanto podíamos nos encontrábamos en el Espinillo (barrio de Tejeda que estaba totalmente abandonado, la escuelita nos servía para las asambleas), en el Narices y más tarde por Los Sitios y en la Sorrueda, allá por Tirajana. En las playas de Tiritaña, Medio Almud, y Montaña Arena, dentro de Gran Canaria y todavía nos seguimos encontrando.